La mejora en la gestión de la relación médico-paciente ha sido uno de los principales objetivos de la profesión médica en los últimos años, aunque se ha visto tremendamente eclipsada por la época de crisis recientemente vivida, en la que la reducción del tiempo de visita no ha favorecido que esta comunicación con el paciente sea lo más afectiva y empática posible. A todo ello, debemos también añadir la tendencia de una medicina cada vez más tecnológica, en la que la inteligencia artificial y el Big Data dan pasos agigantados cada día. Sin embargo, estamos viviendo un reciente resurgimiento de la priorización de las emociones, que potencia un trato más humano con el paciente.
¿Qué entendemos por inteligencia emocional (IE)?
Hasta mediados de los años noventa, el concepto de IE se reducía únicamente a unos pocos antecedentes en la literatura psiquiátrica y alguna tesis doctoral, siendo remarcable la primera formulación teórica de la IE que publicaron los psicólogos Peter Salovey y John Mayer en 1990 (Salovey P, Mayer JD. Emotional Intelligent. Baywood. 1990;185–291).
Fig.1: Modelo teórico de IE de Mayer y Salovey.
Fue en 1995 cuando el psicólogo y periodista estadounidense Daniel Goleman publicó su superventas “Inteligencia emocional”, que le convertiría en una estrella internacional, y extendería este concepto a niveles cotidianos para millones de personas.
Ese mismo año, la famosa revista Time publicaba, en su portada de octubre, la siguiente y polémica, afirmación: “No es tu cociente intelectual. No es ni siquiera un número. Sin embargo, la inteligencia emocional puede ser el mejor predictor del éxito en la vida. Redefiniendo lo que significa ser “listo” (Gibbs N. Emotional Intellgence: the EQ Factor. Time USA, LLC. Oct 2, 1995).
Hasta ese momento, no contábamos de forma extendida con un concepto que vinculase emociones y relaciones sociales. Goleman le puso el nombre, definiendo la IE como un conjunto de habilidades y de capacidades que van desde lo más simple, como son la percepción y expresión emocional, hasta lo más complejo, como es el cómo regulamos las emociones.
Las implicaciones de la IE en la medicina del siglo XXI
En la literatura científica encontramos un buen número de estudios interesantes que nos acercan a las implicaciones de la IE en el campo de la medicina.
Por ejemplo, destaca el estudio publicado por Robyn Tamblyn y colaboradores en el año 2007 (Tamblyn R et al. Physician scores on a national clinical skills examination as predictors of complaints to medical regulatory authorities. JAMA 2007; 298(9):993-1001), en el que realizaron un seguimiento durante 10 años a médicos recién licenciados, y observaron como aquellos que habían obtenido una menor puntuación en habilidades de comunicación clínica en el examen oficial del Consejo Médico de Canadá, tenían un riesgo significativamente mayor de denuncias médicas por parte de sus pacientes. En España, las denuncias médicas se han casi cuadriplicado en el último decenio, y por ello desde las instituciones médicas se ha puesto el foco de atención en la mejora de las habilidades emocionales y sociales del personal médico.
Está demostrado que la mejora en estas habilidades tiene su impacto en:
a) aquellos aspectos relacionados con la calidad del cuidado y la satisfacción del paciente
b) una mayor adherencia por parte de los pacientes
c) un mayor rendimiento y nivel de implicación de los médicos.
Además, se ha visto cómo un mayor dominio de estas habilidades por parte de los profesionales sanitarios también mejora la precisión y rapidez a la hora de diagnosticar a los pacientes, así como los niveles de satisfacción laboral de los propios médicos. Aquellos médicos con emociones más positivas, son más empáticos con sus pacientes y cometen menos errores.
Potenciando la IE en los programas de formación médica
Por todo ello, se nos plantea el desafío de diseñar nuevos programas de formación médica, donde no solamente se obtengan conocimientos técnicos, sino también se pueda aprender y entrenar la IE para una mejor comunicación con sus pacientes, y que ésta sea positiva, más afectiva y mucho más empática
Actualmente, distintas universidades en Estados Unidos están ya incluyendo en los procesos de selección la evaluación explícita de la IE de los médicos en formación para garantizar sus habilidades de comunicación clínica antes de finalizar sus estudios. De modo que los médicos en formación son entrenados en estas competencias antes de su incorporación al mundo laboral.
El reto de desarrollar nuevos programas para mejorar las habilidades emocionales y sociales de los profesionales sanitarios es mayúsculo. Gracias a la aplicación de las nuevas tecnologías, se puede trabajar con diferentes metodologías, como las que usamos actualmente en Adelphi, para poder incorporar el mundo de la IE a estos programas de formación a través de análisis informáticos de reconocimiento facial de emociones, enfocados a la generación de experiencias emocionales.
Por otro lado, resulta también importante incorporar en estos programas de formación el poder trabajar las distintas dimensiones de la IE, como son la comunicación verbal y no verbal, el autoconocimiento y la empatía.
Podemos concluir que, un médico con alta inteligencia emocional será capaz de percibir y expresar mejor sus emociones y ponerlas al servicio de sus objetivos. También tendrá una mayor empatía que le permitirá poder conectar mucho mejor con sus pacientes e incluso le permitirá predecir lo que va a sentir un paciente determinado en un contexto concreto, con el único fin de favorecer una comunicación médico-paciente efectiva y positiva. La escucha activa, la empatía y la cercanía del médico puede ayudar a que el paciente se sienta entendido, escuchado, apoyado, atendido y cuidado, consiguiendo un mayor nivel de compromiso y de corresponsabilidad por parte del paciente, con mayor confianza en el tratamiento y en su propia recuperación.