Nuestras costumbres y hábitos van cambiando vertiginosamente, y el consumo de ocio es el primer lugar en el que notamos estos cambios. Nuestro tiempo libre y a qué lo dedicamos son la clave.
Si nos fijamos en las plataformas de streaming, en el caso de las series, por ejemplo, mirando el catálogo, la tendencia actual son miniseries o series en formato corto, pocos episodios, menos de media hora, que fácilmente te puedes ver en una tarde de domingo; y es que atrás quedaron clásicos como Perdidos, con sus 24 capítulos de media y casi una hora de duración en cada temporada…
Esta tendencia no es algo que nos coja por sorpresa, ya la venimos observando desde hace tiempo en redes sociales, Twitter, Instagram, Snapchat… y los formatos con limitación del número de caracteres, imágenes…
Pues bien, no es de extrañar, que estas tendencias acaben invadiendo otras áreas de nuestra vida, ya que las prisas están a la orden del día, demandamos inmediatez. Cada vez más surgen soluciones express para todo: gimnasio en 30 minutos, repartos 24/7, apps de citas… Por lo tanto, queda más que patente que no estamos dispuestos a perder nuestro valioso tiempo.
Entonces, sabiendo todo esto, ¿cómo podemos aprovecharlo y aplicarlo en la formación médica?
Cambiando radicalmente de tema, empecemos refrescando la Pirámide del aprendizaje y cuáles son las vías por las que asimilamos mejor la información. En ella, podemos ver que en la parte más alta de la pirámide nos encontramos un aprendizaje pasivo, basado en ver y escuchar (conferencias magistrales, lectura, escucha activa…), en el cual el porcentaje de asimilación es más bajo. En la base de la pirámide aparece el aprendizaje activo, el kinestésico, en el que el famoso learning by doing toma su protagonismo, y el debate, la discusión y las presentaciones son la forma más eficiente de asimilar contenidos.
Pues bien, si unimos estas dos ideas y echamos un vistazo a la oferta formativa en general, y en particular la del ámbito de la salud, nos encontramos una amplia variedad de cursos, talleres, etc. que entre la gama de contenidos que ofertan, incluyen formatos de fácil consumo, como píldoras, vídeo, podcast… Con esto no quiero decir que el contenido clásico teórico haya muerto, no me malinterpretéis, en el entorno sanitario en el que nos encontramos, sigue siendo necesario tener ese soporte al que acudir (¡los manuales y compendios no han muerto, señores!); pero sí es cierto, que nuestro target final -igual que nosotros- está en constante evolución, y el relevo generacional es más patente que nunca; por lo tanto, no es descabellado pensar que las preferencias de formación también cambien.
Si, además, en estos formatos fácilmente consumibles somos capaces de incorporar herramientas interactivas que faciliten un aprendizaje más kinestésico y práctico, nos acercamos a la fórmula del éxito.
Por tanto, debemos conocer y saber adaptarnos a las preferencias en consumo de ocio, información y formación y sobre todo a nuestro target final. Solo de esta manera, podremos adaptar nuestros formatos y contenidos generando el interés suficiente y logrando el ansiado engagement que todos buscamos.