La presión de los Organismos reguladores está cambiando el escenario en el que se desarrollan las actividades de FMC. Los patrocinadores comerciales tienen que alcanzar un equilibrio que permita cumplir las normas sin renunciar a incrementar la efectividad de los programas que soportan.
Hoy en día hay un amplio consenso entre los profesionales de marketing de la Industria Farmacéutica sobre los beneficios de incluir en el proceso de gestión de una actividad promocional, sea cual sea, herramientas para medir la eficacia del retorno de la inversión, ROI. Ahora bien, en el caso de la FMC hay barreras que dificultan su implementación y suscitan polémica, empezando por el propio término, que es percibido negativamente por las Administraciones Sanitarias y los Organismos Acreditadores en la mayoría de los países, o tiene prohibida su valoración como ocurre en EE.UU. Por tanto, parece más apropiado hablar de medida de la efectividad de los programas de FMC y enclavarla dentro de un marco compatible con el entorno regulatorio.
A priori, la FMC es más efectiva cuando se presenta un nuevo fármaco o nuevos datos que lo soporten; sus características específicas conllevan un cambio significativo para los clínicos en el tratamiento de una enfermedad; no es considerado una opción de tratamiento habitual; su uso no está suficientemente claro, o el objetivo es introducirse en un área terapéutica nueva. En todos los casos se ha de contemplar que los programas acreditados deben ser científicos “por naturaleza” y, como consecuencia, hay que plantear una representación objetiva y equilibrada de las distintas opciones de tratamiento.
Desde el punto de vista de la planificación y ejecución del proyecto, la efectividad se incrementa significativamente si la lleva a cabo una entidad dedicada a elaborar programas de FMC especializada en comunicación. Además del expertise y las herramientas necesarias para asegurar el interés y la calidad científica del programa, su acreditación y la implementación más adecuada, aporta el valor añadido de un conocimiento integral del entorno y de las necesidades de comunicación que tiene el fármaco, lo que le permite aconsejar la actividad de formación más eficaz, y dispone intrínsecamente de los medios y habilidades para que dicha comunicación llegue al destinatario. Por otra parte, facilita y promueve la intermediación imprescindible para obtener un consenso entre los intereses del laboratorio patrocinador y de las Sociedades Científicas o Comités de Expertos y las exigencias del Organismo Acreditador. Por tanto, la selección de una entidad de formación con altos estándares que demuestre especiales habilidades para comunicar la información crítica a los médicos, es una de las mejores vías para conseguir mayor efectividad.
Volviendo a las barreras que se plantean a la hora de implementar la medida de la efectividad en FMC, una de las más comunes para los PM es la falta de tiempo y de recursos económicos, quedando relegada al control de asistencia y a una encuesta de satisfacción del asistente. Ahora bien, sin restarle importancia a lo anteriormente dicho, la verdadera dificultad reside en el diseño de una herramienta fiable de control, dada su complejidad. En este sentido, el primer paso podría ser definir qué ítems se deben medir y establecer unos valores estándar que nos permitan una comparación; el siguiente paso, determinar cómo vamos a obtener estos datos; por último, estaríamos hablando de cómo cuantificar en valores los datos obtenidos.
En la definición de los ítems a valorar y en la obtención de los datos juega un papel importante la entidad que elabora el programa. Dispone de información detallada de los participantes (especialidad, tipo de práctica, profesional, etc.) que permite una comparación con un grupo control de no participantes. Mediante el diseño de encuestas y estudios previos a la realización de la actividad, inmediatamente posteriores a la misma, o 3 meses después de ser ejecutada, se obtiene información precisa acerca de en qué medida el proceso educativo ha incrementado los conocimientos de los clínicos y mejorado el manejo de los pacientes en el área establecida; si se han producido cambios en los modelos de práctica clínica, en la adhesión a las guidelines o en el punto de vista del tratamiento de un particular estadio de una enfermedad; la eficacia de la metodología empleada o de un tipo de evento concreto. Hay que hacer una mención especial en cuanto a la efectividad que tiene a la hora de modificar de forma positiva la práctica clínica, a la inclusión en el diseño del programa de casos clínicos reales o simulados, de talleres prácticos con un número reducido de participantes y de otras herramientas que favorecen la interactividad. Los datos agregados obtenidos pueden ser compartidos con los patrocinadores sin problemas.
Las Administraciones Sanitarias tiene por objetivo el beneficio de los pacientes y la mejora de la práctica de la medicina. Sin duda, las actividades de FMC deben tener presentes estos objetivos, pero hay que encontrar un punto de convergencia que asegure a los patrocinadores comerciales incrementar la efectividad de sus programas cumpliendo las normas. Si se contemplan unas simples reglas como las que se han descrito, la rentabilidad de los proyectos está garantizada.
La entidad que elabora los programas de FMC debe incluir la medida de la efectividad en su diseño si quiere alcanzar un grado de excelencia. El PM, por su parte, puede y debe justificar la eficacia de la decisión tomada y el retorno de la inversión realizada utilizando herramientas objetivas de control.