Por Aurora Pintado. Supervisora Creativa (& Agile Coach). Publicis Health.
Hubo una vez, en las fuerzas aéreas estadounidenses, un piloto de combate que tomó parte en la guerra de Corea sin abrir fuego ni una sola vez a lo largo de las 23 misiones que realizó durante el conflicto. Y, sin embargo, con este exiguo curriculum a sus espaldas logró convertirse en el mejor instructor de vuelo que probablemente haya tenido jamás el ejército norteamericano. Hablo de John Boyd, más conocido por el sobrenombre de ’40 Second Boyd’, por ser capaz de derrotar a cualquier oponente en el aire en menos de 40 segundos, partiendo siempre de una posición de desventaja táctica.
¿Cómo es posible que un tipo en apariencia tan normalito lograra unos resultados tan impresionantes? Por la visión: la capacidad de reconocer las características y las condiciones de un terreno de juego en cambio constante. Y para ello desarrolló un sistema basado en 4 pasos que hoy hace las delicias de alumnos y profesores en las escuelas de negocio. Porque no hay nada que guste más en una escuela de negocios que contar una lista de pasos, tan abstracta como aplicable a cualquier situación… Solo que en este caso, además, funciona.
El sistema de Boyd, llamado también ‘Ciclo OODA’, se compone de: observación, orientación, decisión y acción. Nuestro singular piloto nos dice que en primer lugar observemos dónde estamos: cómo es mi público, qué barreras presenta, qué necesidades tiene, cómo consume, qué le gusta, qué detesta. A continuación, toca orientarse, es decir, captar qué papel ocupamos nosotros y nuestro producto y servicio en su mundo… ¿estoy colocado donde debo, estoy construyendo la comunicación correcta, la estoy creando bien? Solo cuando tengamos estos dos elementos resueltos, podemos decidir qué hacer y pasar a la acción, para concretar el pensamiento en acciones y piezas. Y cuando hayamos acabado, según Boyd, lo suyo es que volvamos a comenzar, observando los resultados de nuestras propias acciones y orientándonos de nuevo en el escenario que nosotros mismos hayamos generado… iterando ad nauseam.
La cuestión es que, para que el ciclo funcione, para que sea realmente eficaz, cuanto más esfuerzo pongamos en sus primeras fases, esto es, en observar y orientarnos, más posibilidades de éxito tendremos. Recuerde, querido lector, que toda esta filosofía proviene de un estratega militar: el disparo es solo el paso final, y si es solo uno y certero, mejor que mejor.
Sin embargo, y aquí está el punto al que quiero llegar, en nuestro trabajo diario como creativos, planners, cuentas, científicos… cada vez pasamos más tiempo en las partes finales del ciclo: decidir y actuar, pretendiendo con ello ser ágiles, pero provocando que día tras día nos ahoguemos en inmensos remolinos de acciones sin sentido que nos arrastran, que nos hacen perder el control de la situación y, aún peor, de la comunicación. [Inserte aquí las excusas que considere pertinentes sobre la aceleración de los tiempos, la exigente inmediatez de los medios sociales, la insondable flexibilidad de las herramientas de producción… Y serán solo eso, excusas, porque le recuerdo que usted aún puede pensar.] Y lo peor de todo es que, además, no reiniciamos el ciclo. No volvemos a la casilla de salida de la observación, dejamos de saber cómo estamos y, a veces, incluso quiénes somos. Iteramos cambios, en vez avanzar con mejoras.
Pero… ¿todo esto era para decir que pensamos demasiado poco para todo lo que activamos (y reactivamos)? Espero que sepa disculparme, pero es que a mí me gusta dedicar más tiempo a las fases iniciales del proceso, que es donde se puede hacer creatividad. Qué le voy a hacer…
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