El primer efecto reflejo del ser humano al aterrizar en este mundo es el de succión, una acción de supervivencia instintiva que, además de alimentar, tiene un claro efecto calmante.
Los primeros chupetes datan del siglo XV, y ya nacieron para sustituir a los propios dedos pulgares del bebé, a las falanges de la madre u otros objetos, y hoy se sabe que tiene muchísima más importancia de lo que se podría creer, no sólo en la reducción de la incidencia de la muerte súbita, sino como analgésico muy eficaz en procesos dolorosos, y además, en la configuración ósea de la boca y de la cara en general. Aunque se ha hablado mucho de la conveniencia o no de usarlo, más allá de su papel esencial en niños irritables o con cólicos, es importante hablar del impacto del chupete en el correcto desarrollo bucodental y la conveniencia de utilizar piezas más pequeñas, preferentemente planas. Hace unos años, se creía que las tetinas grandes de los chupetes, al ocupar gran parte del espacio bucal del bebé, aportaban una sensación de mayor confort y amparo para los más pequeños; sin embargo, datos recientes extraídos de diversos informes técnicos sobre tetinas elaborados por la SEOP (Sociedad Española de Odontopediatría), han arrojado luz sobre este particular.
Así, hoy se sabe que cuanto más grande sea el tamaño de la tetina, más baja será la posición lingual y más separará los labios. Al contrario, una forma simétrica con cabeza plana deja espacio suficiente para que la lengua repose en su posición natural y la succión sea lo más orgánica posible, además de que permite que la lengua se mantenga en la misma posición natural/fisiológica que cuando el bebé mama del pecho. Por tanto, para el bebé apenas hay diferencia entre el reflejo de succión del chupete y de la mama materna.
Hoy, muchos dentistas alertan sobre el aumento de casos de mordidas deficientes, lo que se achaca a un exceso de consumo de tetinas de chupetes grandes, que favorecen la separación entre el labio superior e inferior, aumentando la probabilidad de riesgo de mordida abierta y cruzada. Al contrario, una tetina más pequeña y plana reduce la interferencia generada entre ésta y los incisivos centrales, provocando que el gesto natural sea más parecido al de unos dientes (y unos labios y una cara) en reposo.
Y, por último, no podemos olvidar el impacto de la presión de la tetina sobre el paladar: cuanto más grande sea ésta, mayor presión. ¿Su efecto? El paladar es extremadamente flexible, por lo que cuanto más se eleva su bóveda, más se estrecha la arcada maxilar. Lo ideal, por tanto, es una cabeza de tetina plana que permita que la lengua la deforme sin esfuerzo, adaptándola a la cavidad palatina y permitiendo incluso que, al presionarla contra el paladar, esta se pueda doblar.
Establecidas estas diferencias, conviene recordar siempre las recomendaciones de la SEOP para que un chupete sea seguro, además de las normas fijadas por AENOR (Asociación Española de Normalización y Certificación): entre ellas, destaca que la tetina no puede ser superior a 3,3 cm. Y que la base del chupete debe ser lo suficientemente grande para evitar que el niño pueda introducirse todo el chupete en la boca, con el consiguiente riesgo de asfixia. Por tanto, ni todas las tetinas de chupete son iguales ni todas son beneficiosas. Cuanto más reducido sea su tamaño y más plana su forma, mejor ayudará a respetar el desarrollo bucodental de niños y niñas.