Mucho llevamos propuesto, debatido y escrito sobre la digitalización de la sociedad, de las empresas, y del sector farmacéutico en los últimos diez años. Pero no por ello el asunto se va agotar. Más bien, será de provecho o no, en función de lo concretas que sean las nuevas reflexiones. Y con esta premisa acudo a la cita con PMFarma para dejar mi reflexión sobre las necesidades más básicas que se deben alcanzar para que asistamos a una verdadera digitalización de la sanidad y del sector farmacéutico en España.

En esta década hemos asistido a un auge de los servicios digitalizados, de las suscripciones y al pago por uso, y del comercio electrónico en general. La pandemia eliminó temporalmente todas las capas de discusión corporativa que atoraba la puesta en marcha de servicios telemáticos. Llegamos a ver como habituales determinados tipos de teleconsultas médicas, y se han probado servicios distribuidos de pruebas diagnósticas, como por ejemplo la autorrealización de toma de muestra nasofaríngea, incluso con asistencia telemática, y su envío para el procesado por PCR para las pruebas de COVID.

El virus se ha ido suavizando, como para quedarse en una gripe más, y el mundo ha vuelto a una situación parecida a la previa, aunque con matices. Se podría decir casi que hemos “retrocedido” en esa “digitalización total” de la sociedad, donde se prefiere volver a la oficina que tener un  teletrabajo doméstico habitual, o se vuelve a poner por delante la importancia de que el médico tenga una consulta presencial con el paciente, para practicar la más correcta medicina, aunque algunas casuísticas permitan una telemedicina, o tele diagnóstico.

En el mundo del retail, de los comercios y establecimientos minoristas, el recorrido ha sido similar. Tras los espectaculares incrementos de venta online de todas las categorías de productos durante la pandemia, la vuelta a la normalidad ha puesto en su sitio a las tiendas físicas y de proximidad, recuperando una gran parte de su actividad. Aun así, algo ha cambiado, o sigue cambiando. Los consumidores hemos incorporado todavía más el uso del dispositivo móvil para la primera búsqueda de información, de localización, y hasta de disponibilidad del producto o servicio.

Nos referimos ahora al sector farmacéutico, mercado de medicamentos y de productos sanitarios  (de prescripción, no prescripción,  publicitarios) y también al mercado de higiene y bienestar, complementos, y demás, comúnmente conocido por parafarmacia. Hemos visto durante la pandemia cómo se ha acudido sin vacilar a la posibilidad de las entregas de medicación a domicilio, tanto desde la farmacia como desde los hospitales y centros de salud. También hemos visto la posibilidad de continuar tratamientos previos desde la farmacia cuando los pacientes agotaban medicación y los centros de salud no podían gestionar este asunto, con todos los médicos llamados a filas a los hospitales. Y entonces no hubo ningún problema ni riesgo de salud con los pacientes. Una prueba de que la “telefarmacia” ha existido, y más aún, ha sido muy valorada por el estado, es la modificación en julio de 2023 del nuevo artículo 3.8 de la Ley del Medicamento, cuya atenta lectura recomiendo a todos los interesados en este sector.

Dejando a un lado el auge y declive de los productos específicos de COVID (y abuso de este paréntesis para denunciar que todavía subsiste la absurda intervención de precios en mascarillas fpp1 y tests de covid, incluso habiéndolos metido en régimen de IVA, manteniendo el mismo precio que cuando estuvieron exentos), la pandemia arrojó unos crecimientos del e-commerce de parafarmacia que posteriormente no se han mantenido en el tiempo. Sin embargo, pienso que el comportamiento del consumidor, repartido entre el dispositivo y el consejo del farmacéutico para informarse, se consolida, como antes hemos comentado, de una manera “phygital” (híbrida).

Desde FEFE, la patronal de farmacias de España, hemos apostado por la digitalización de nuestro sector para mejorar el servicio a los pacientes y su acceso a medicamentos y productos sanitarios. Eliminar tareas repetitivas o burocráticas, errores humanos, y mejorar la seguridad de los procesos, han sido nuestro objetivo. Este año, volvemos a poner el foco en el proceso más importante capaz de resolver muchos de estos problemas, y todavía aportar más valor. Me refiero a la receta electrónica en general (pública, privada, médica, enfermera, veterinaria).

Pedimos desde FEFE que se limite a situaciones excepcionales el uso de receta papel. Por tanto, pedimos la obligatoriedad de que un prescritor extienda receta electrónica siempre. También que tengan lugar los siguientes desarrollos:

- Plataforma que recoja a todos los prescriptores, dispensadores, y pacientes. Para que a cada uno se le puedan ofrecer utilidades que le sean propias.

- Interfaces multilingües de una misma plataforma, interoperable en todo el territorio nacional, incluso comunitario.

- Comunicación interdisciplinar y acceso a historiales mediante permiso del paciente. Todo lo que subraye esta necesidad es poco.

- Funciones de reembolso y farmacovigilancia habilitados por el RD 717/2019 en la verificación del medicamento, integrado en la plataforma de Receta Electrónica, que permita por fin la eliminación del cupón precinto en la práctica de la farmacia comunitaria. Estas funciones deberían ser estándares a todas las distintas recetas electrónicas, puesto que al margen de la SS, también otras mutuas tendrán uno o varios sistemas de receta electrónica. Incluso, haría posible que un mismo paciente que obtiene medicación por sistemas de receta distintos, una vez constatado su derecho de reembolso por ser prestación financiada, podría tramitarlo de forma digital.

- Posibilidad de tramitación automática de los libros recetarios, veterinarios, estupefacientes y ECM que suponen una carga burocrática para el farmacéutico y cuyo control ya es continuo si nos movemos exclusivamente con receta electrónica.

Dentro de los conflictos corporativos profesionales, están las reivindicaciones sobre la “prescripción enfermera”, u orden de dispensación propiamente dicha. Pienso que el uso del interfaz de receta electrónica, correctamente configurado con los privilegios de vademécum que cada profesional tiene por su formación sanitaria, es la solución a estos conflictos más adecuada para todas las partes. Igualmente, la receta electrónica en veterinaria es una solución para eliminar burocracia y al mismo tiempo cumplir con una correcta práctica profesional en donde no se confundan prescripción con dispensación en la misma persona. Este es un principio muy básico de garantía de independencia del sanitario hacia el paciente  (animal, aquí) consagrado en la Ley del Medicamento, y en general en los códigos éticos y deontológicos de los sanitarios.

Para la industria farmacéutica, el uso extensivo de receta electrónica debería ser una prioridad por la cantidad de valor añadido que genera:

La plataformas contienen todos los datos necesarios para funcionar como un verdadero ERP. Desde ella, se genera una inteligencia de negocio que puede servir para realizar estudios de consumo, adherencia, y resultados reales con evidencia. Útiles para las autoridades sanitarias pero también para la mejora de la competitividad de la industria.

En el ámbito de receta privada, si se extiende para productos no regulados, se abre una cantidad de nuevas posibilidades de conocimiento sobre poder de recomendación y conversión de todos los agentes. Además, de cara al paciente, mejora la consideración de todos esos productos incluidos en el mismo soporte que una medicación, por lo que su uso pautado es igualmente importante, más que si se separan las recetas de las prescripciones de otros productos.

Para las oficinas de farmacia, que hoy por hoy son los únicos adaptados a dispensar receta electrónica, la presencia de recetas electrónicas con productos de no prescripción junto con medicamentos es un refuerzo para que el canal sea el principal proveedor de todo lo prescrito, por lo que también debería ser muy importante apoyar esta práctica.

Y por último, para los pacientes, el disponer de acceso a receta electrónica de forma estandarizada, les permite entrar de lleno en la gestión de su propia salud con tecnología muy actual y garantizar que se cumplen todas las salvaguardas que los facultativos pueden proponer y que las leyes prevén en su favor:

- Haciendo valer que el historial, y toda la información, es de ellos mediante la política de que sean los pacientes los que den permisos a los agentes que intervengan en la plataforma viendo o editando su información. Con encriptación de datos sólo accesible mediante dichos permisos a los agentes autenticados, para garantizar el buen uso de los datos, y el registro de su acceso.

- Se hace más difícil sufrir perjuicios por errores humanos propios de los sistemas de papel. Como los errores por ilegibilidad, o los errores de procedimientos, de plazos de validez, incompatibilidades puestas de manifiesto en la fase de prescripción, entre otras.

- Mejorando la transparencia y la seguridad del sistema en su propio beneficio, dado que se tratan de plataformas con datos encriptados,  controles sobre los agentes por parte de administraciones sanitarias y también las corporaciones profesionales, con sistemas de certificados profesionales digitales y dobles autenticaciones de los agentes.

- Se benefician directamente de las mejoras que vayan llegando en procesos telemáticos, como una teleconsulta con receta electrónica y localización inmediata de su medicación. También como desarrollos de avisos, alertas y recordatorios que sean verdaderas ayudas al cumplimiento de tratamientos.

- En pautas donde se requiera una colaboración activa del paciente, les permitiría un mejor cumplimiento de esa colaboración, por ejemplo creando desarrollos donde el propio paciente vuelca el registro de su evolución periódica (mediciones de glucemia, etc). Esto puede desarrollarse incluso mediante el enlazado de distintas plataformas de wearables incluso, que ya recaban información del paciente, como peso, nivel de actividad y sueño, pulso, saturación de oxígeno en sangre, ECG de una derivación, y que en algunos casos, tienen calidad de información de grado sanitario.

En definitiva, la implementación y uso exhaustivo de plataformas de receta electrónica, ofrece una solución integral para mejorar la eficiencia, seguridad y coordinación en el sistema sanitario, al tiempo que garantiza la protección de la privacidad de los datos médicos de los pacientes.