Si buscamos en el diccionario de la Real Academia Española, la palabra “congreso” significa una reunión o asamblea de personas pertenecientes a una misma profesión u actividad para tratar asuntos de interés común. Esta definición es perfecta para entender para qué puede servir un congreso y para qué no.
¿Para qué participar en un congreso? Bajo mi punto de vista, no es un lugar para escuchar religiosamente los discursos de gente de cierta fama y para poner sus consejos en práctica. Un congreso no es una misa, y los ponentes no son ni profetas ni apóstoles. Creo que lo importante es acudir a un congreso con una idea nueva, original, pero no suficientemente valorada para ser inmediatamente aplicada por todos. De hecho, y por desgracia, hay gente que utiliza los congresos para difundir propaganda de sus ideas incuestionables y para convencer a la audiencia de tesis que venden como verdades.
Por ello, creo firmemente que a un congreso hay que acudir con ideas frescas y con la mente abierta a todo tipo de preguntas y desafíos que puedan surgir entre nuestros oyentes. Sólo entonces un congreso puede cumplir con su tarea noble: afinar y confirmar nuevas ideas.
A un congreso se va para aprender compartiendo. Incluso los que no vienen presentar su propia ponencia pueden participar creativamente, criticando y debatiendo, de una manera respetuosa y constructiva, las observaciones y las conclusiones de sus colegas. El valor de la información difundida en un congreso se puede resumir en tres palabras: novedad, frescura y osadía. Los congresos tendrían que servir para difundir, de una manera rápida, resultados nuevos, prometedores y relacionados con un tema de actualidad para ser valorados, confirmados y desarrollados por otras personas trabajando en el mismo campo.
Para nosotros los científicos, supone cierta diferencia publicar en una revista científica nuestras investigaciones o presentarlas en un congreso. Para una publicación científica se presupone cierto rigor, dependiente de las exigencias de la revista en la cual se publica. Por regla general, las revistas científicas de cierto prestigio utilizan una evaluación anónima de cada artículo recibido por varios científicos especializados en el campo correspondiente, seleccionados por los editores. Las personas seleccionadas para esta tarea tienen que ser expertos reconocidos y no tener ninguna relación de competencia intelectual o comercial con los autores de la publicación evaluada. Este filtro no existe en el caso de los congresos. Consecuentemente, algunas ponencias presentadas en un congreso pueden contener información errónea o no del todo rigurosa.
En los congresos que se celebran en el campo la fertilidad existen ciertas peculiaridades. El diagnóstico y tratamiento de la infertilidad en el sector privado mueve considerables cantidades de dinero. La competencia entre diferentes clínicas es grande y puede llevar algunos médicos y biólogos a exagerar sus propios éxitos con diferentes técnicas de reproducción asistida para atraer más clientes. De nuevo, una discusión crítica de cualquier aspecto sospechoso de la presentación científica puede ayudar a acertar.
La actitud más adecuada con la que acudir a uno de estos congresos es la que he expresado en líneas anteriores: discutir, debatir y poner todo en duda. Esta es la prueba de fuego que toda investigación o descubrimiento debe pasar para convertirse en creíble.
Una vez que el congreso termina lo mejor es comprobar lo visto y oído en la clínica y laboratorio propio. Si no funciona, no pasa nada. Si aporta algo positivo, se puede avanzar con rapidez. Lo positivo de los congresos es que poseen inmediatez en la transmisión de información, en el caso de las publicaciones científicas el tiempo de espera para que se haga pública una investigación puede llegar a ser hasta de un año.