El aprendizaje, como todo lo realmente valioso de la vida, es un viaje que, si es bueno, no debe tener puerto al que llegar. La formación, esa manera con la que damos entidad a lo que aprendemos, es una “forma” de ser, una forma de vivir, que aplicamos a nuestra vida personal y profesional.
En la faceta más personal, la vida es propiamente una formación continua, de la que vamos adquiriendo conocimientos, habilidades y estrategias que ponemos en práctica en nuestro día a día, a veces con más acierto que otras. En la faceta más profesional (aunque si somos lo que hacemos y lo que hacemos nos define las dos facetas de desdibujan y nos convertimos en un todo) la formación continua responde a necesidades más concretas: adaptación a nuevas realidades, actualización de conocimientos, mejora de habilidades… y, más concretamente en el ámbito al que dedicamos nuestra energía y conocimiento, la formación médica continuada o FMC es “el proceso de enseñanza y aprendizaje activo y permanente que se inicia al finalizar los estudios de pregrado o de especialización y que está destinado a actualizar y mejorar los conocimientos, habilidades y actitudes de los profesionales sanitarios ante la evolución científica y tecnológica y las demandas y necesidades, tanto sociales como del propio sistema sanitario”. Así lo indica la Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias en su artículo 33.
El hecho de que sea “activo y permanente” es lo que lo asemeja a ese viaje al que se hace referencia en las primeras líneas. Si se permite el símil, el conocimiento es como un océano de mares por el que hay que navegar, con mares en principio conocidos, pero con aguas y corrientes en constante cambio. Y debemos navegar siguiendo aquellos faros que nos guíen, pero sin atracar
en puerto alguno, sin echar el ancla.
¿Y qué es necesario para que esa travesía sea lo que esperamos? Que los distintos elementos que participan en ella cumplan con su función. Debe haber cartas de navegación que nos indiquen por dónde debemos viajar; los barcos y veleros deben estar bien equipados, adaptarse a las necesidades de quienes viajan en ellos.
Nuestra labor como entidad organizadora de estas actividades consiste en ser guías, faro y velero de quienes se suman al viaje. Ser capaces de llevar a más de 30.000 alumnos al año por los distintos mares del conocimiento es algo que hacemos con la responsabilidad y la experiencia que nos dan más de 40 años de navegación. El aprecio y el respeto a los profesionales sanitarios en sus distintos perfiles (medicina, enfermería, farmacia…) nos mueve a elaborar planes, cursos, plataformas que se conviertan en las herramientas necesarias para que se cumplan los objetivos de la formación continua y se alcance la excelencia en la docencia.
Las herramientas, como los aparejos de cualquier embarcación, deben adaptarse: cada necesidad formativa es distinta; por tanto, los recursos deben presentarte de diferentes formas y que sean los alumnos (verdaderos protagonistas del aprendizaje) quienes dirijan sus necesidades. La experiencia autoformativa se hace mucho más real: se empodera al alumno. Qué necesita y cómo. Tiempo, facilidades… autonomía al fin y al cabo para navegar a su propio ritmo.
Y si las herramientas deben actualizarse, tenemos la innovación. La innovación en la formación no es un fin en sí mismo: responde a la necesidad de adaptar la información a la variabilidad de perfiles y de contenidos, pero también a las necesidades de los alumnos que demandan una enseñanza. Como organizador, la escucha es también fundamental: el aprendizaje es mutuo y los cursos se acomodan a las necesidades y comentarios de los alumnos. Cada formación se amolda mejor en distintas formas de presentar la información, pueden ser documentos textuales, presentaciones, elementos gráficos como infografías, algoritmos... pero también vídeos, podcast, quiz, casos clínicos, entrevistas, dramatización, escape rooms… la gamificación ocupa cada vez más su sitio en la formación. Innovar nos permite adaptarnos a una nueva forma de aprender, con todo lo bueno que nos ofrecen las herramientas de aprendizaje, pero también nos ayuda a navegar más rápido y más seguros.
Y seguir navegando y descubrir nuevas aguas: nuevos campus donde viajar de otra manera, donde aprender de otra manera. Metamares, quizá.
Y seguir navegando y saber que el único puerto posible es la salud y la mejora de los pacientes: puerto que sabemos está en constante movimiento, pero que deseamos alcanzar, por el que seguiremos explorando, aprendiendo, navegando. Y la razón por la que nunca echaremos el ancla.