Las mujeres embarazadas son capaces de transferir anticuerpos a su bebé para que pueda luchar contra potenciales enfermedades.
La presencia de anticuerpos va disminuyendo de forma gradual durante los 6 a 12 meses de vida, a medida que va madurando el sistema inmunológico del bebé.
La cantidad de anticuerpos que tenga la madre influye en su capacidad para transferir inmunidad protectora al bebé.
Las embarazadas pueden optar por la vacunación para obtener protección frente a un microorganismo que produzca una enfermedad infecciosa específica.
La necesidad de protección de una madre hacia su hijo es puramente instintiva. Tanto, que este vínculo, ampliamente conocido como instinto de protección materna, se genera desde el embarazo. Y es que uno de los procesos más asombrosos que puede realizar el cuerpo de una mujer es ayudar a que su bebé se desarrolle de forma adecuada ofreciéndole protección desde antes del nacimiento. En este sentido, las mujeres embarazadas son capaces de transferir anticuerpos a su bebé para que pueda luchar contra potenciales enfermedades.
Este mecanismo de defensa temporal para ayudar a los bebés a combatir infecciones comienza en el segundo trimestre del embarazo y culmina en su grado máximo durante el tercer trimestre, puesto que los anticuerpos de la madre se van transfiriendo a través de la placenta al feto, que se encuentra en una fase de crecimiento durante este período. Por tanto, cuando tiene lugar el nacimiento es el momento en que los anticuerpos maternos que se han transferido al bebé se encuentran en niveles más altos.
Posteriormente, la presencia de estos anticuerpos va disminuyendo de forma gradual durante los siguientes 6 a 12 meses de vida1, a medida que va madurando el propio sistema inmunológico del bebé.
Fases de la inmunización materna
Un requisito indispensable para que se produzca la transferencia materno fetal de anticuerpos es que la mujer embarazada los haya adquirido de forma previa para hacer frente a una enfermedad determinada: ya sea por exposición previa a un patógeno, como un virus o una bacteria, o a través de la inmunización materna. Estos anticuerpos son conocidos como inmunoglobulinas G o IgG y son los únicos que pueden atravesar la placenta en niveles significativos2. Cuando el receptor neonatal Fc (FcRn) se une a la IgG, la impulsa a través de la placenta hasta el torrente sanguíneo del feto1. De esa manera, el feto recibe las IgG y, por tanto, la protección necesaria para enfrentarse a infecciones específicas desde el momento del nacimiento y durante los primeros seis meses de vida.
La cantidad de anticuerpos que tenga la madre influye en su capacidad para transferir inmunidad protectora al bebé, por lo que es más probable que los niveles más altos de anticuerpos de la madre conduzcan a niveles más altos de anticuerpos en el feto en desarrollo. Por ello, es importante tener en cuenta que el nivel de un anticuerpo específico en el sistema inmune de una mujer embarazada puede disminuir con el paso del tiempo, dependiendo de la última exposición al patógeno, bien por contacto con una enfermedad infecciosa, bien por el período que ha transcurrido desde la última vacunación frente al mismo. Para lograr el nivel óptimo de anticuerpos contra una determinada enfermedad, si no se ha estado expuesto recientemente a un patógeno, las embarazadas pueden optar por la vacunación para obtener protección frente a un microorganismo que produzca una enfermedad infecciosa específica.
Así, mientras que el sistema inmunológico del neonato madura y antes de que el bebé alcance la edad adecuada para poder ser inmunizado frente a la mayor parte de las enfermedades que son comunes durante la etapa de la infancia, los anticuerpos maternos proporcionan una protección adicional4. Y es que, a medida que avanza el embarazo, la transferencia de protección inmunológica a través de las inmunoglobulinas G se intensifica aún más. Esta protección de “reserva” es fundamental para ayudar a los recién nacidos a combatir posibles infecciones desde las primeras horas de vida hasta los seis meses de edad, período en el que son especialmente vulnerables3.
El desarrollo del sistema inmunitario de los recién nacidos
El sistema inmunitario de los bebés no madura lo suficiente durante los primeros meses de vida como para defenderse de todas las infecciones que le pueden afectar. Además, la inmunización activa directa, que corresponde a la vacunación que se administra directamente al bebé, suele comenzar tras varios meses después del nacimiento y, generalmente, se requieren varias dosis2.
Esto implica que, en diversas ocasiones, el lactante puede estar expuesto a algunas enfermedades infecciosas frente a las que su sistema inmunitario es inmaduro, no estando preparado aún para combatirlas y pudiendo ser algunas de ellas graves o incluso mortales. Por tanto, la vacunación materna ofrece al recién nacido la posibilidad de tener una protección adicional durante los primeros meses de vida, en una etapa en la que es más vulnerable5.
Esta mayor susceptibilidad neonatal se atribuye a una barrera mucosa naïve, a la falta de memoria inmunológica, a la inmadurez del sistema inmunitario y a la tendencia a generar respuestas tolerogénicas3. Esto es, la capacidad que tienen los agentes para inducir tolerancia inmunológica en el organismo. En conclusión, todo esto significa que los recién nacidos presentan respuestas inmunitarias subóptimas a muchos patógenos víricos, bacterianos y fúngicos (hongos), por lo que son más propensos a padecer infecciones más graves y/o prolongadas que en etapas posteriores del desarrollo y en adultos3.
A pesar de los recientes esfuerzos por romper la tolerancia neonatal para inducir una respuesta vacunal eficaz en los lactantes, la tolerancia fetal y neonatal puede tener importantes funciones fisiológicas al promover la tolerancia fetomaterna, evitar la inflamación fetal perjudicial durante el desarrollo y durante la colonización de la mucosa tras el nacimiento3. Por tanto, diversos estudios han concluido que inmunizar a las embarazadas puede evitar los múltiples inconvenientes de intentar inmunizar directamente a los neonatos inmediatamente después del nacimiento3.
Los anticuerpos que se transmiten a los bebés durante el embarazo brindan inmunidad hasta los 6 meses de edad aproximadamente. Posteriormente, tras el momento del nacimiento, los anticuerpos maternos también pueden continuar transmitiéndose al bebé a través de la lactancia materna, para ayudar a mejorar la capacidad del neonato para combatir infecciones y fortalecer su sistema inmunitario5.
En este sentido, se puede decir que los efectos de la inmunización materna también ayudan a reforzar la percepción que se tiene en general sobre los beneficios de la lactancia materna tanto para el bebé como para la futura madre. Y es que la leche materna no solo es fuente de nutrición que apoya el crecimiento y el desarrollo óptimo del bebé, sino que también ayuda a proteger al bebé y a la madre contra ciertas enfermedades5. De hecho, la leche materna cambia y se adapta para satisfacer las necesidades nutricionales del bebé en cada etapa5.
Retos en la implementación y normalización de la inmunización materna
En el contexto actual, reforzar la confianza en la inmunización es esencial para garantizar la protección de la población frente a las enfermedades infecciosas prevenibles. Actualmente hay una fuerte presencia de movimientos de desinformación en lo que respecta a la divulgación sanitaria, en parte promovidos por las vías alternativas para obtener información sanitaria y la multiplicidad de canales, como las redes sociales.
Para que la opinión pública refuerce la confianza en los programas de inmunización, los profesionales sanitarios son los primeros que deben promover la vacunación, su seguridad y beneficios para la población3. También en el caso de la inmunización materna. Y es que los estudios han demostrado que muchas embarazadas esperan que sus obstetras guíen el conjunto de su atención prenatal2 y, en general, las mujeres señalan a sus médicos como la fuente de información más fiable3. Por tanto, un obstáculo importante para la aceptación de la inmunización materna entre la sociedad es la falta de recomendación por parte de los prescriptores directos3.
En la actualidad, múltiples ensayos clínicos aleatorizados y estudios observacionales han estudiado de forma amplia la seguridad de inocular ciertas vacunas durante el embarazo. En consecuencia, se han administrado vacunas frente a la dTpa (tétanos, difteria y tos ferina) y la gripe a personas embarazadas en todo el mundo6.
Sin embargo, pese a que las investigaciones han demostrado la seguridad de las vacunas maternas contra la gripe o dTpa, sigue habiendo incertidumbre en cuanto a la comprensión de la protección inmunológica materna. Un ejemplo de ello es que, en Europa, solo un 62% de los países recomiendan la vacuna contra la gripe estacional a las mujeres gestantes3.
No obstante, la inmunización materna ha sido avalada por organismos como el Comité Asesor sobre Prácticas de Inmunización (ACIP, por sus siglas en inglés) y por la Organización Mundial de la Salud (OMS)3. De hecho, la vacunación de embarazadas para proteger a los neonatos ha surgido como una estrategia de salud pública mundial, con el objetivo de proteger tanto a las gestantes como a los lactantes de infecciones prevenibles. Hasta la fecha, la ACIP y la OMS han recomendado específicamente la inmunización de todas las embarazadas contra la gripe y la tos ferina3.
Por tanto, para transmitir la importancia de la vacunación materna a las futuras madres, los profesionales sanitarios deben tener información actualizada a su alcance sobre la seguridad y eficacia de las vacunas durante el embarazo. A partir de ahí, el éxito y la normalización de la inmunización materna entre la población dependerá en buena parte de la capacidad de los doctores y del sistema sanitario en su conjunto para concienciar a las embarazadas. Por ejemplo, a través de material educativo dirigido específicamente a las mujeres gestantes2. La formación, en combinación con el apoyo de los profesionales sanitarios, las campañas de concienciación y el desarrollo de la investigación para ofrecer nuevas vacunas maternas, pueden actuar conjuntamente como mecanismos para extender la inmunización materna entre la población de forma mayoritaria.
Referencias:
1.- Faucette A, et al. Immunization of pregnant women: Future of early infant protection. Hum Vaccin Immunother. 2015;11(11):2549-2555. doi:10.1080/21645515.2015.1070984
2.- Bergin N, et al. Maternal Vaccination as an Essential Component of Life-Course Immunization and Its Contribution to Preventive Neonatology. Int J Environ Res Public Health. 2018;15(5):847. doi:10.3390/ijerph15050847.
3.- Vojtek I, et al. Maternal immunization: where are we now and how to move forward?, Ann Med. 2018;50(3):193-208. doi:10.1080/07853890.2017.1421320.
4.- Leuridan E, Nunes M, Jones C, editores. Maternal Immunization. San Diego, CA, Estados Unidos de América: Academic Press; 2019.
5.- Breastfeeding Benefits Both Baby and Mom. Centers for Disease Control and Prevention. Updated July 27, 2021. Accessed July 2023. https://www.cdc.gov/nccdphp/dnpao/features/breastfeeding-benefits/index.html
6.- Williams AL, et al. Maternal vaccine knowledge in low-and middle-income countries-and why it matters. Hum Vaccin Immunother. 2019;15(2):283-286. doi:10.1080/21645515.2018.1526589.