Universidad y formación continuada, binomio de futuro

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Alejandro Santos. Director. Bypass Comunicación.

Universidad y formación continuada, binomio de futuro

16/9/2013
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La formación continuada de los profesionales de la salud ha experimentado en los últimos años un auge significativo. Esta evolución probablemente se debe a múltiples factores entre los que destacaría la creciente apuesta de las compañías biosanitarias por la educación médica continuada, a expensas de reducir sus inversiones en otras actividades. En segundo lugar, señalar que se ha producido también una mayor demanda por parte de los profesionales de la salud que están experimentando algunos cambios en la regulación de su carrera profesional como consecuencia del Plan Bolonia.

Como proveedores y promotores de educación médica continuada, cuando miramos al futuro, se nos plantean algunos interrogantes: ¿quién debe ser el destinatario de estos programas? ¿Cómo y en qué marco se establecerá la regulación de la formación continuada en el futuro próximo?, ¿qué papel van a jugar los agentes del sector en este campo? y ¿cuál será la modalidad demandada?

¿Quién debe recibir formación continuada?
La respuesta a esta cuestión probablemente en el campo sanitario está clara, y probablemente fuera de toda discusión: todos los profesionales de la salud. Evidentemente cada colectivo en función de su actividad y su especialización debería recibir una formación continuada de calidad, que permita mantener actualizados sus conocimientos. Estos conocimientos teórico-prácticos permitirían mejorar el ejercicio profesional, para ello deberían ofrecerse contenidos específicamente diseñados para dar respuesta a las necesidades de cada colectivo (médicos, farmacéuticos, diplomados en enfermería, etc.).

Esta cuestión nos lleva directamente a la siguiente pregunta:

¿Cómo deben diseñarse los programas de formación?
Sin duda esta cuestión puede ser objeto de cierta controversia, ya que cada programa o cada contenido de una actividad formativa puede diseñarse con muy diversos criterios, no siempre coincidentes en los objetivos finales. Tantos -si me permite- como agentes intervinientes participan en nuestro sector: las compañías biosanitarias, las sociedades científicas, las instituciones académicas o los organismos de las distintas administraciones.

Por un lado las compañías biosanitarias, se interesan en fomentar el conocimiento en determinadas áreas terapéuticas en las que comercializan sus productos, por lo que elaboran sus propios programas-cursos de formación con el apoyo de expertos, y por supuesto con la estrecha supervisión de sus propios departamentos médicos. Estos programas son extremadamente útiles para el profesional cuando se trata recibir información relacionada con el producto, este es el caso por ejemplo de los e-Detailing. Esta modalidad de formación -a caballo entre la información del producto y la de patología- está adquiriendo un auge progresivo, ya que se ha demostrado como una potente herramienta para facilitar el conocimiento a todo tipo de productos y su manejo clínico. Cuando la herramienta está bien diseñada y el delegado la utiliza eficazmente, constituye ofrecer resultados excelentes en todos los sentidos. Sin embargo, ningún tipo de aplicación o formación de este tipo es acreditable quedando, relegada solo al uso comercial.

El siguiente nivel formativo estaría ocupado por aquellos cursos dirigidos a consolidar la formación del profesional en una patología concreta que patrocinan directamente las compañías. El acceso de los profesionales tiene carácter gratuito al estar subvencionados en parte o su totalidad por compañías farmacéuticas, o fundaciones próximas a éstas. En estos casos, la elaboración de contenidos se realiza con la participación de un grupo de expertos independientes. La acreditación constituye un valor añadido y se realiza a través de la Comisión de Formación Continuada.

A pesar de la independencia de estos comités, muchas veces se transmite la sensación de que los contenidos o las conclusiones pueden estar mediatizados por los intereses comerciales del patrocinador. Resulta evidente que es difícil ofrecer contenidos plenamente objetivos cuando pueden subsistir intereses comerciales. En muchas ocasiones -y hablo desde la experiencia- se trata tan sólo de prejuicios alimentados porque el patrocinador es una compañía farmacéutica y además el responsable de la promoción del curso. Para evitar estas susceptibilidades siempre podemos buscar un marchamo de independencia: el aval de una sociedad científica.

Sin embargo, en nuestro panorama actual, ni siquiera el sello de homologación de la Comisión de Formación Médica Continuada no tiene valor suficiente en el exterior para asegurar la calidad y la objetividad de los contenidos y es la acreditación universitaria la única que puede garantizar esto.

Y es que las sociedades científicas deberían alcanzar una mayor independencia y un papel más activo en la promoción de la formación continuada de calidad. Seguramente esta afirmación sea objeto de múltiples controversias. Es cierto que hay sociedades enormemente proactivas y rigurosas en este tema, pero el lector coincidirá conmigo en que queda mucho camino por hacer, máxime si comparamos la estructura de actividad de la medida de nuestras sociedades científicas con aquellas que funcionan en otros países de Europa o Estados Unidos.

Sobre el papel deberían ser ellas las mejor situadas para evaluar las necesidades formativas de los profesionales. En parte, porque son fuente de un conocimiento actualizado y global en la materia, y en parte también porque están integradas por profesionales que conocen de primera mano cuáles son sus carencias y áreas de mejora. Un mayor protagonismo en este campo constituiría sin duda un paso en la dirección correcta. Sin embargo, como veremos más adelante sigue siendo necesario mejorar otros aspectos de la educación médica como la calidad en el proceso de acreditación.

Dicho esto, y volviendo al diseño de programas por comités de expertos, debe quedar claro que pueden equipararse plenamente en términos de orientación y objetividad científica y pertinencia. Aunque sin duda sean las sociedades científicas quienes tienen en sus estatutos fundacionales el compromiso de desarrollar esta actividad de investigación y difusión del conocimiento, no solo para sus propios miembros, sino para la Sociedad en general.

En la actualidad se está planteando un nuevo modelo de funcionamiento. Quizá hasta ahora el modelo más frecuente ha sido la puesta en marcha de programas por parte de la industria que han contado con el auspicio y el reconocimiento de las sociedades científicas. Sin embargo, en el futuro podrían ser las propias sociedades científicas quienes pongan en marcha de forma mayoritaria e independiente los proyectos educativos que sus miembros necesiten y recaben el apoyo directo o indirecto de la industria biosanitaria para sufragar su coste.

Si aplicáramos este modelo de forma progresiva probablemente las sociedades científicas ganarían un mayor protagonismo, como el que tienen algunas sociedades internacionales, y al mismo tiempo aseguraríamos la calidad de los contenidos y su objetividad lo que redundaría en un beneficio indiscutible para los participantes.

El valor de la acreditación
Resulta evidente que el colectivo de profesionales de la salud está decantándose por la formación de calidad. Y cuando hablamos de calidad, sin duda, la acreditación de un programa formativo es un factor a tener muy en cuenta. No se trata por tanto de apilar hermosos diplomas que solo decoran las paredes de las consultas, sino de asegurar una adquisición de conocimiento teórico y práctico que permita enfrentarse con solvencia a su ejercicio diario.

En la actualidad, el sistema de acreditación de instituciones como la Agencia Laín Entralgo, probablemente sea manifiestamente mejorable en algunos aspectos, y esto es una opinión personal. Se echa en falta una mayor homogeneidad, unos criterios de evaluación más transparentes y mayor flexibilidad para adaptarse a los modelos formativos actuales. Esta situación se ha agravado probablemente por la duplicidad de competencias tan frecuente en nuestras administraciones.

Hemos avanzado sin duda en la agilidad de la tramitación de estos expedientes gracias a  los medios telemáticos, aunque se ha generado nuevo sobrecoste añadido por cada acreditación o re-acreditación. Sin embargo, hay aspectos que deberían poder articularse de una forma más ágil y realista. Me refiero por ejemplo, al proceso de acreditación de cursos de carácter presencial. En este ámbito, por ejemplo la tramitación y la gestión de créditos, resulta compleja y poco flexible. Al menos esta es nuestra percepción como proveedores de formación.

Existe sin duda otro marco mucho más ambicioso, pero también mucho más rentable en términos curriculares y académicos para el profesional, me refiero a la formación de posgrado con acreditación universitaria.

Evidentemente este tipo de programas requieren una infraestructura muy superior teniendo en cuenta las exigencias que impone la universidad en materia de programación, tutorías, evaluación, etc. Este nivel constituye un plano mucho más elevado, y requiere una mayor dedicación de esfuerzo y recursos;  sin embargo, ofrece al profesional una titulación homologada conducente al doctorado con validez europea o internacional.

Este marco formativo de ámbito universitario nos hace replantearnos cuál es el modelo de formación de posgrado por el que debemos apostar en el futuro.

El papel dinamizador de la Universidad
La Universidad ha sido desde el origen la fuente del conocimiento y el marco de referencia para la transmisión del mismo. De hecho, todos los profesionales de nuestro sector que demandan formación, se han formado en la universidad. ¿Por qué relegar el papel de las mismas básicamente a la titulación profesional?

La implantación del Plan Bolonia ha generado un renacer en el proceso formativo universitario en el ámbito de la salud, un proceso en el que las universidades públicas, y sobre todo las privadas, ha supuesto un factor dinamizador indiscutible. Hoy asistimos a una gran oferta de cursos de posgrado y másteres ofrecidos por las universidades, que permiten al profesional de la salud adquirir una formación solvente, y al mismo tiempo obtener una acreditación universitaria.

El diseño de estos programas viene dado a veces por los claustros de las propias universidades o por comités de expertos diseñados a tal efecto que actúan, tanto como diseñadores de contenidos, como autores y/o como de profesores.

Esta modalidad permite abordar en profundidad programas de educación médica continuada que contemplan aspectos teóricos, y al mismo tiempo integrar actividades de carácter presencial o práctico enriqueciendo la eficacia pedagógica de dichos programas.

Evidentemente el desarrollo y la extensión de los contenidos estará condicionada a un número mínimo de créditos, 60 ECTS (European Credit Transfer System) por ejemplo en el caso de un máster o de un título propio o 90 ECTS en el caso de un Título Oficial. El valor de esta acreditación trasciende nuestras fronteras, tanto en el ámbito europeo como en el ámbito internacional, ya que puede ser reconocida internacionalmente.

La impartición de formación continuada en estas condiciones exige una infraestructura organizativa y docente considerablemente superior a la de elaboración de cualquier curso cuya acreditación se limite a la Comisión de Formación Continuada, CFC.  Los profesionales deben sufragar solos o con la ayuda de instituciones o de aportaciones de la industria farmacéutica este tipo de programas cuyos costes vienen tasados por ley en función del número de créditos. Existen distintas modalidades de becas y ayudas para los alumnos que pueden canalizarse bien a través de las universidades, o a través de los gestores de dichos programas formativos.

Sin duda el modelo ideal sería aquel que permitiera establecer una sinergia entre todos los agentes implicados, la industria biosanitaria con su capacidad de generar recursos para la formación, las sociedades científicas como dinamizadoras de esta actividad, y las universidades como referentes en la formación de posgrado.

Las nuevas tecnologías, garantía de futuro
En este marco el vehículo de transmisión del conocimiento es sin duda también un factor condicionante y determinante de que pueda llevarse a cabo una formación de manera eficaz. La formación de carácter presencial constituye el punto de partida de cualquier proceso de aprendizaje. Sin embargo una vez que se han adquirido unos conocimientos teóricos y prácticos suficientes, podemos abordar la transmisión del conocimiento a través de estrategias no presenciales gracias a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, TICs.

La formación de posgrado para profesionales de la salud es, sin duda, uno de los campos en los que el protagonismo de las nuevas tecnologías está adquiriendo un desarrollo exponencial. Podemos constatar este desarrollo en todo el proceso que va desde la puesta al día del profesional en la última información relacionada con el producto durante la visita médica, hasta la formación que se imparte desde prestigiosas universidades de todo el mundo a través de plataformas educativas online.

La formación no presencial, a través de estas plataformas en la red no supone un menoscabo de la calidad, la capacidad de transmisión de contenidos, el seguimiento del alumno, ni tampoco una limitación en el acceso de prácticas tuteladas. Hoy tenemos soluciones tecnológicas muy avanzadas que nos permiten superar con éxito todos estos obstáculos que forman ya parte del pasado. La comunicación virtual entre el tutor y el alumno, incluso la posibilidad de llevar a cabo la realización del examen ante un tribunal académico mediando diferencias horarias y distancias intercontinentales, se puede abordar con éxito.

Por eso, debemos apostar por el futuro, por las nuevas tecnologías, y tenemos que ser ambiciosos en el desarrollo de nuestros programas de formación para los profesionales ya que la red no tiene fronteras. Tenemos a nuestro favor contar con el colectivo mejor concienciado de la necesidad de mantener su formación permanente al día.

Somos conscientes de que probablemente aún queda camino por recorrer, pero también es cierto que en nuestra “aldea global” podremos acceder a las herramientas más avanzadas desde cualquier lugar del globo, lo que nos asegura una capacidad de competir y emprender proyectos de primer nivel.

Este es un reto apasionante.

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