La formación y adquisición de habilidades profesionales se torna igual de importante que el desarrollo de competencias técnicas conforme avanzamos en nuestra carrera profesional y asumimos mayores responsabilidades en la pirámide de nuestra organización. Todavía no tenemos muy interiorizado la necesidad de una formación continua en estas habilidades, por lo que la oferta formativa de calidad es baja, haciéndose esta carencia aún más profunda cuando hablamos del profesional sanitario.
Los que somos de la vieja escuela lo tenemos muy interiorizado: asociamos al concepto de formación las materias relacionadas directamente con el desempeño técnico de nuestro trabajo. Hijos de planes de estudio en los que la estructura troncal del itinerario formativo estaba compuesta fundamentalmente por disciplinas asociadas al conocimiento técnico y, desafortunadamente, con un enfoque eminentemente teórico. Basta recordar cómo se enseñaban otros idiomas como el inglés: casi como si fuera una lengua muerta al estilo del latín, con una importante carga gramatical, y con poca conversación y escucha del idioma en cuestión.
Pero cuando abandonamos el cálido nido académico nos encontramos con una realidad laboral en la que esa ingente cantidad de conocimiento técnico adquirido en las largas tardes de biblioteca se tornan inútiles en muchos momentos de nuestro día a día profesional: grupos de trabajo y gestión de los mismos con perfiles heterogéneos y expectativas divergentes, necesidad de adquirir otras habilidades no relacionadas con nuestra experiencia profesional, desarrollo de una red de contactos que a la larga nos proporcionan más oportunidades profesionales que nuestro desempeño técnico, gestión de clientes difíciles, habilidades de comunicación e interrelación personal, escenarios de negociación complejos, adaptación a entornos cambiantes y desenvolvimiento en situación de incertidumbre e información incompleta…. Sería posible seguir enumerando muchas competencias que debemos desarrollar a lo largo de nuestra carrera, que en general aprendemos a través de la práctica, y que podríamos englobar bajo el concepto de “habilidades profesionales”.
¿Qué son las habilidades profesionales?
El idioma inglés considera las soft skills como competencias relacionadas con el comportamiento personal, las relaciones sociales, el liderazgo y el manejo emocional, frente a las hard skills, conocidas como las habilidades técnicas. Personalmente, prefiero usar el concepto habilidades profesionales como una extensión de las soft skills, en el sentido de que además de considerar habilidades que nos permiten relacionarnos y gestionar nuestro entorno, tengamos en cuenta competencias que en muchas ocasiones son consideradas como técnicas para ciertos perfiles profesionales, pero que igualmente tienen un carácter transversal y por lo tanto generalmente útiles para cualquier profesional: innovación, creatividad, mentalidad de crecimiento o diseño y desarrollo de estrategias personales, de equipo o corporativas.
¿Cómo son de importantes?
Decía Salvador Dalí que antes de empezar a desarrollar nuevos conceptos artísticos y catalogarse como modernista (surrealista en su caso), había que dominar la técnica clásica. Primero como base sólida para el posterior desarrollo artístico, y segundo para “ganarte” el derecho a ser considerado artista (me pregunto cuántos pintores modernos serían capaces de hacer una réplica de Las Meninas). Pues algo parecido podríamos decir de las habilidades profesionales. Es imprescindible dominar los aspectos técnicos de una carrera profesional: un médico debe acertar con el diagnóstico, un arquitecto debe desarrollar espacios creativos y funcionales y un profesional del marketing debe conocer y segmentar su audiencia, manejar un presupuesto o desarrollar un plan de marketing. Pero estaremos de acuerdo en que estas competencias, en la mayoría de los casos, son necesarias, pero no suficientes para el satisfactorio desarrollo de una carrera profesional. Todos conocemos a personas que, a pesar de ser técnicamente muy válidas, están estancadas en su carrera profesional por su incapacidad de relacionarse óptimamente con su entorno o por no explotar sus aciertos y puntos fuertes.
Apostar por las habilidades profesionales
Aunque como decía Cela, “todas las generalizaciones son falsas, incluso ésta”, podríamos generalizar afirmando que nos contratan por nuestras habilidades técnicas, pero crecemos por nuestras habilidades profesionales. Y esto se justifica si logramos entender que conforme acumulamos años de experiencia profesional, las competencias técnicas poco a poco se ven desplazadas por la necesidad de desarrollar otro tipo de habilidades profesionales directamente relacionadas con funciones de mayor responsabilidad: gestión de equipos, liderazgo, gestión del cambio, desarrollo de estrategias… Y curiosamente, mientras que las hard skills las adquirimos de una manera sistemática y procedimental en nuestra vida académica en primer lugar, y mediante la formación continua posteriormente, estas competencias profesionales las solemos adquirir (si es que llegamos a hacerlo en el mejor de los casos) a través de la práctica, mal, tarde, y normalmente cuando ya hemos cometido muchos errores fruto de no tenerlas interiorizadas en el momento de asumir responsabilidades en las que era crítico su uso. Esa máxima que se suele decir de que ascendemos hasta el máximo de nuestra incompetencia noes sino el reflejo de este argumento. El mejor médico no es el germen de un buen jefe de servicio, del mismo modo que el mejor artillero no tiene porqué ser un buen general.
Principales habilidades profesionales
Como hemos visto anteriormente, la lista de posibles habilidades no técnicas a considerar en nuestro desarrollo profesional podría hacerse interminable, habida cuenta además de la variabilidad ingente de perfiles profesionales con los que nos encontramos y que cada vez se hace mayor en un mundo más y más especializado. Pero como una primera categorización que nos permita distribuir ese listado amplio podríamos hablar de:
• Habilidades relacionadas con nuestra actitud hacia el trabajo: ser innovador y emprendedor (en el sentido de querer cambiar constantemente nuestro entorno), ser un buen profesional (no se puede ser buen profesional si no se es buena persona), creatividad, mentalidad de crecimiento.
• Habilidades relacionadas con nuestras expectativas de futuro: ¿sé lo que quiero profesionalmente hablando? ¿actúo hoy de acuerdo a lo que espero mañana? ¿quiero ser rico o rey? Creo que no somos conscientes de cuanta frustración genera el tener una gran brecha entre lo que tengo y lo que espero o, lo que peor, no saber lo que quiero.
• Habilidades relacionadas con la gestión de nuestro entorno: desarrollo del networking (se piensa generalmente que nuestra red de contactos debe ser una fuente inagotablede aprovechamiento personal, y nada más lejos de la realidad. La máxima inicial debería ser “dar sin esperar, recibir sin olvidar”), comunicación, aprender a escuchar, negociación y gestión de situaciones difíciles, adaptación a un entorno cambiante.
Necesidad de una formación continua en habilidades profesionales
A estas alturas del artículo me doy por satisfecho si se comparte conmigo la necesidad al menos de tener en cuenta las habilidades profesionales como una parte más o menos importante de nuestro desarrollo profesional. Pero en estos días “intensos” que nos ha tocado vivir (como aquella maldición china: “ojalá vivas tiempos interesantes”) considero que una formación continua en habilidades profesionales se hace más imprescindible que nunca. Nuestro reto no es que el entorno cambie; lo que hace que vivamos esos “tiempos interesantes” es la velocidad a la que lo hace.
Hace una generación las funciones y competencias asociadas a los puestos de trabajo no cambiaban en muchos años, y hoy en día, cada vez se nos exigen nuevas competencias, retos y habilidades que nos obligan a estar en continua mutación. Nuestra capacidad de gestionar el cambio y adaptarnos (“tienes que improvisar, que sobreponerte, que adaptarte” como decía el sargento de hierro) es seguramente el aspecto más crítico a tener en cuenta en nuestra formación como profesionales. Y en esto sentido, es insuficiente tanto la oferta que tenemos disponible como profesionales del sector salud, como la que generamos para nuestros clientes últimos: el profesional sanitario.
El claro ejemplo de los profesionales sanitarios: de la formación clínica al desarrollo de habilidades profesionales
Es innegable que gran parte de la oferta formativa que reciben los profesionales sanitarios parte de una forma u otra de la industria farmacéutica y empresas colaboradoras, y en este sentido la formación clínica ha sido eje central de estas iniciativas. Y considerando la obviedad de que es ésta la gran necesidad de nuestros clientes, cada vez detectamos más la petición por parte de médicos, enfermeros y farmacéuticos de una formación (insisto, de calidad) directamente relacionada con el desarrollo de habilidades profesionales adecuadas a sus competencias: comunicación, gestión de equipos, trato con pacientes, creatividad, adaptación al cambio…
Acorde a la experiencia que desde Quodem tenemos en el desarrollo de estas iniciativas, la acogida siempre ha sido extraordinaria cuando la oferta ha sido pertinente y acorde a la necesidad manifestada por el profesional sanitario, e igualmente el uso de la digitalización el desarrollo de dichas iniciativas y de formatos de alto valor añadido como role plays, gamificación o simuladores virtuales ha sido clave en el éxito de las mismas. Un claro caso de éxito ha sido la oferta desarrollada por empresas farmacéuticas de primer nivel a través de sus portales para profesionales, donde se ha llevado a cabo un amplio catálogo de habilidades transversales para el profesional sanitario.
Desde la industria farmacéutica siempre se ha tenido la necesidad de desarrollar iniciativas de interés para sus clientes, y creo que aquí tenemos un buen número de oportunidades por desarrollar. Adaptémonos al cambio y prediquemos con el ejemplo.