¿Cuántos de vosotros habéis realizado en este último año algún taller o formación?
Quien más quien menos ha realizado de continuidad, en su entorno profesional cursos, talleres y formaciones de gestión del tiempo (un clásico), de liderazgo (siempre latente), de trabajo en equipo, de comunicación eficaz y un largo etcétera.
Y, ¿cuántos de vosotros tenéis la sensación de olvidar lo impartido con facilidad?
¿Cuáles son algunas de las razones de que esto suceda?
¿Qué más sería necesario para conseguir fijarlo en nuestro cerebro?
Para resolver estos interrogantes debemos empezar por entender que los seres humanos somos diversos, entendemos el mundo y lo interpretamos desde nuestra experiencia. Percibimos inputs constantemente a través de nuestros sentidos y además son detonadores de sensaciones y percepciones muy distintas y particulares en cada uno de nosotros.
La inteligencia de cada uno de nosotros en única. Cada ser humano se desarrolla de una forma singular, desde el sello de su subjetividad. La inteligencia tiene tantas formas como personas en el mundo.
Muchas veces obviamos estas peculiaridades y características y tendemos a modelos uniformes, unidireccionales, para la adquisición y reproducción de conocimiento, que poco margen dan al desarrollo de la creatividad propia y colectiva.
Desde hace años, conocemos que el aprendizaje no es un mero proceso cognitivo, sino que contiene de trasfondo las emociones humanas como elemento relevante y clave en nuestro aprendizaje.
¿Sabíais qué nuestro cerebro fija el conocimiento en mayor o menor porcentaje dependiendo de la fuente y forma de la información?
Aproximadamente un 10% de lo que leemos, un 20% de lo que escuchamos, un 30% de lo que vemos, un 50% de lo que vemos y escuchamos, un 70% de lo que decimos, y un 90% de lo que decimos y hacemos.
¡Sí, la clave está en verbalizarlo y hacer!
Cuando compartimos con otros lo aprendido, cuando lo encarnamos y hacemos práctica la información, es cuando se queda anclada en mayor medida en nuestro cerebro. Comienza a tener sentido el contenido de la formación, comienza a ser significativo para nosotros a través de la experiencia vivida.
Es por lo que desde hace ya más de 5 años, he tenido la suerte de poder dar un giro de 360 grados en las formaciones y contenidos que elaboramos, de poder testar como es fundamental brindar en aula una experiencia de aprendizaje basada en la comunicación entre los participantes, a través de su interacción en el desarrollo de actividades programadas que les hagan protagonistas y además, en las que puedan testar de primera mano que el conocimiento que les estamos trasmitiendo puede ser probado.
Es por eso, que tras numerosos workshops de Soft skills, tras formaciones in company de desarrollo personal y profesional en empresas y organizaciones, yo misma, de manera vivencial he podido sacar conclusiones acerca de los elementos claves para que una formación sea integrada en gran medida y seamos más capaces de sacarle un rendimiento posterior y no dejarlo en el olvido.
¿Cuáles son estas claves?
Hoy estoy encantada de compartirlas con vosotros para que juntos sigamos generando espacios de crecimiento y desarrollo formativo que cubra necesidades latentes de un aprendizaje más dinámico, integrado, divertido, ágil, polivalente y enriquecedor.
Las 7 claves del learning by doing:
1. Comenzar ya haciendo, siempre hacer, en la ACCIÓN está la clave.
2. Compartir en microespacios, durante la formación, lo aprendido y las conclusiones particulares extraídas desde nuestro “mapa” o “gafas” con las que vemos e interpretamos el mundo, en grupos más reducidos o por parejas.
3. Generar también espacios de compartir con todo el grupo, de manera más global, gestionando bien estos tiempos e intervenciones.
4. Salirse de las presentaciones y cierres convencionales. Establecer vínculos entre los participantes de manera rápida que muchas veces pasa por compartir algún dato “no profesional” y si “personal” de los asistentes que comience generando sinergias.
5. Emplear materiales, herramientas y dinámicas que permitan que los receptores puedan adquirir el aprendizaje y las actividades tanto de una manera visual, auditiva y kinestésica (modelos de aprendizaje VAK, al que podríamos dedicarle otro artículo). La mayoría de nosotros utilizamos estos 3 canales o sistemas de representación de forma desigual, potenciando unos y empleando menos otros. No todos aprendemos o entendemos con los mismos recursos. Si tenemos en cuenta esta premisa y la ponemos en práctica con materiales y herramientas plurales, nuestra llegada al alumno será mayor y más enriquecida.
6. Compartir experiencias, enseñanzas y problemáticas de la vida real y profesional en aula y relacionarlas con la materia tratada. Recuerda esta frase, “lo que se oye se olvida, lo que se ve se recuerda y lo que se hace, se aprende.”
7. Fomentar el desarrollo del pensamiento crítico a través del juego o de espacios de “break” distendidos para además de transmitir conocimiento, fomentar el análisis y la evaluación de la información trasmitida. De esta manera la mera información pasa a convertirse en conocimiento útil y aplicable.
Es sumamente gratificante, como formadora y Coach, el poder disfrutar en aula de estos momentos de aprendizaje en los que las emociones, las reflexiones, la toma de conciencia y las conclusiones de los participantes, no sólo son aprendizajes que ellos se llevan e integran, sino que el aprender es mutuo y nos retroalimentamos a través de experiencias vividas en aula que siempre van acompañadas de sonrisas y de agradecimiento.
Learning by doing.