Inteligencia emocional y liderazgo

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Sebas Morelli. Profesional freelance. Consultor de Desarrollo Competencial. Formador Experto en Atención al Cliente, Habilidades Directivas y Ventas.

Inteligencia emocional y liderazgo

22/3/2021
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En su quinta acepción, la Real Academia Española, define, equilibrio, como la “ecuanimidad, mesura y sensatez en los actos y juicios”. ¿Podemos argumentar que dicha definición es la base de la Inteligencia Emocional? Si es así, quien enseñe y practique la I.E. deberá haber pasado su propio proceso, deberá haber "necesitado" encontrar su propio equilibrio luego de un gran trabajo de introspección personal; el cual, no todo el mundo, está dispuesto a llevar a cabo. Leer un libro, un artículo o haber hecho un curso de inteligencia emocional no garantiza, en absoluto, llegar a ese equilibrio.

En el mundo en que vivimos, la complejidad e incertidumbre, se han instalado de forma abrupta y abrumadora. Este Cisne Negro que ha aparecido para convivir con nosotros una larga temporada, y que se llama coronavirus, es la muestra más clara e inequívoca de ello. Por lo tanto, la complejidad también se extiende a lo laboral. Es aquí donde debemos asumir el equilibrio emocional tan necesario que nos enseñara Daniel Goleman en su best-seller mundial, Inteligencia Emocional (1995). Cuanto más complejo sea el trabajo, mayor será la importancia de ésta. ¿Alguien duda de que es en la punta de la pirámide de una organización donde residen las claves emocionales para tener resultados exitosos? Si desde allí los mensajes que se envían no están correctamente codificados, la falta de conexión está garantiza.

El mejor libro sobre liderazgo que he leído en mi vida ha sido, "El Mito del Líder" (2001) de Santiago Álvarez de Mon Pan de Soraluce. Me quedan muchos años aún por vivir pero no he encontrado otro que se le acerque. Igual, siempre estoy atento. El autor, sin siquiera llegar al índice, nos regala su dedicatoria: "Al profesional competente, al ciudadano comprometido, a la persona íntegra que todo ser humano esconde en su interior, para que despierte y lidere su vida sin esperar la venida de ningún gurú salvador".

Entonces, vamos armando y madurando nuestro modelo de liderazgo y podemos sostener que el líder equilibra personas. Sabe, en su madurez emocional, manejarse "con” las personas y no manejar "a” las personas. Esto último es manipular. El autoconocimiento y el trabajo interior (serio) de una persona, la llevan a comprender los secretos de la inteligencia emocional y, en su equilibrio permanente, aporta al desarrollo de los demás. Fantástico reto de vida para quien quiera.

¿Aquí acaba todo? Álvarez de Mon incide, a lo largo de libro, en la educación en valores. Los valores, tienen una lucha muy potente con el miedo.

El miedo tiende a buscar culpables. La división discursiva desde lo político, social y/o laboral, en según qué circunstancias, implica al miedo. De forma implícita o explícita, acuso porque no sé realmente qué está ocurriendo y cómo solucionarlo o porque, consciente, quiero manipular. ¿Improvisación o negligencia? ¿Maquiavelo o El Arte de la Guerra? Estamos viviendo una época jamás conocida contemporáneamente. Los libros de historia nos pueden enseñar cómo se vivía en las epidemias pasadas. Hoy, somos protagonistas. La epidemia es una tragedia. Es grave. Es un drama. Asistimos anestesiados a contabilizar cifras y estamos hablando de seres humanos. Hablamos de personas.

Algunos culpan al capitalismo y la globalización. Otros, pretenden volver a cerrar fronteras dando un poder casi totalitario al Estado. ¿En serio se puede simplificar esta terrible crisis en discursos o conceptos ideológicos y rancios? Si realmente queremos un mundo mejor, más justo o más equitativo, mirar viejas ideas caducas, ¿es la solución? ¿Y si practicamos la cooperación, la solidaridad? Pero en serio. ¿Acaso nos contentamos en observar cómo lo puede hacer una ONG u otros grupos (los que sean) a los que tenemos acceso cercano o vía redes sociales? La clave está en la educación en valores (¡siempre ha sido así!) y ésta nos llevará a liderar nuestra propia vida. Una vida rica en valores. Un liderazgo en valores.

La primera palabra que me surge es valentía. Tener determinación, osadía para lograr nuestros propósitos. No implica, la valentía, olvidarme de los otros y asumir riesgos perjudicando a mi entorno. Otra palabra que me motiva es la fuerza de nuestros actos; la intensidad con la que nos expresamos tal cual somos. Ser firmes y respetuosos de nuestro interior para compartir con los demás. Nuestra cultura (la latina) tiene una orientación a las relaciones y tenemos miedo a la palabra disciplina. No hay que elegir una u otra pero ser disciplinados en lo que emprendemos es clave para alcanzar esos propósitos. ¿Cuáles son mis expectativas? Debemos definir, razonablemente, esos objetivos y ser pacientes. La paciencia es capital para lograr sabiduría; esa conducta prudente que nos aporta la vida y que por falta de tolerancia (en muchos casos) solemos no reconocer al distinto, al diferente.

Nuestros padres y abuelos nos han legado un valor de incalculable alcance: la palabra dada. Comprometerse. Cuando me comprometo conmigo mismo, me puedo comprometer con los demás. Hoy se hace fundamental revisar estos valores si queremos un mundo distinto. Para hacer un trabajo profundo interior existe un concepto quizá algo competitivo pero muy necesario para transformarnos: aguantar la presión. La que nos ponemos a nosotros mismos. Tener visión y claridad. Por supuesto, ser resilientes. Posiblemente haya caídas. No es lógico pensar que, porque veamos, leamos o escuchemos palabras bellas sobre la búsqueda interior, ésta vaya a ser un camino directo y sin curvas.

Por último, ¿cómo están los niveles de ego? Coloquialmente, nuestro exceso de autoestima. Según Freud, “es esa instancia psíquica que se reconoce como yo, parcialmente consciente, que controla la capacidad de moverse y media entre los instintos del ello, los ideales del superego y la realidad del mundo exterior”.

Adolecemos de líderes en esta crisis actual. Cuando en una empresa privada se critica su verticalidad por el exceso de burocracia, la estructura de los Estados sigue durmiendo el sueño de los elefantes que, de tan pesados, articular movimientos se antoja una misión compleja y despojada de nervio, de respuesta inmediata. Esta pandemia no va de capitalismo vs. comunismo. Esto va de personas. Esto va de comprender algo que sabíamos pero que el coronavirus nos ha mostrado con su más absoluta crudeza: lo vulnerable que somos.

Tenemos héroes muy definidos y que son nuestros servidores públicos a los que no nos va a alcanzar el tiempo de los tiempos para agradecer tanta entrega, tanto compromiso. En ellos está la respuesta. Seguro que nuestros médicos, nuestras enfermeras y todo el personal que nuclea nuestro sistema sanitario, nos están mostrando el camino. Cada uno de ellos, liderando su propia existencia, asume valiente y soportando una inmensa presión, ha tomado su corazón en un puño y lo ha puesto encima de la mesa. Determinación.

Al resto, nos queda interiorizar e incorporar estos conceptos del liderazgo (individual) en valores. ¿Y en lo colectivo qué? Carácter optimista (no somos ni más ni menos que nadie), confianza como sociedad (no esperar a tener un drama para creer que somos un equipo), ser responsables y tener espíritu emprendedor (no confundir con ser autónomo), coraje y, sobre todo, tranquilidad ante la incertidumbre.

Es tiempo del liderazgo en valores. Individual y colectivo. Se lo debemos a nuestros muertos y sus familias. Nos lo debemos como sociedad.

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