Las excepcionales circunstancias económicas que atraviesa España están obligando a revisar en profundidad nuestro marco laboral, administrativo, fiscal, económico y financiero. No hay sector de actividad ni profesional que se encuentre al margen de esta ola de cambios, reformas y recortes, que está removiendo estructuras y configurando un nuevo escenario de relaciones entre los agentes económicos, la administración y la sociedad.
La Sanidad no es, desde luego, una isla aparte. El alcance real del nuevo Real Decreto Ley 16/2012 es todavía una incógnita porque muchas de sus previsiones están por desarrollar. Pero sí observamos cómo va emergiendo un nuevo marco compartido por todos los agentes que integran la organización sanitaria ante la acuciante necesidad de reducir y, sobre todo, de ser más eficaces en el gasto público.
La aplicación, por ejemplo, de criterios selectivos de financiación basados en el coste-efectividad exigirá procedimientos objetivos y transparentes por parte de la Administración que incentiven en su justa medida la innovación. La introducción de los acuerdos de riesgo compartido, que poco a poco se está abriendo paso en la sanidad española, requiere también coordinación y cooperación entre las partes para premiar la innovación y garantizar que los recursos siempre escasos se invierten en resultados claros de salud.
Sólo con transparencia y confianza podremos priorizar y eliminar cualquier arbitrariedad en la toma de decisiones que acabe con desincentivar la inversión y frene el dinamismo de un sector puntero y tractor de la actividad económica.
La creación de mecanismos de centralización de compras para adquirir medicamentos y productos sanitarios o de una Red Nacional de Agencias de Evaluación de tecnologías y prestaciones, tal y como anunció la ministra de Sanidad, suponen también un importante cambio de reglas y serán un reto a la hora de aglutinar esfuerzos que hoy están dispersos y duplicados en muchos casos.
Para llevar a buen puerto esta verdadera revolución sanitaria, hace falta desarrollar un auténtico “partenariado” público-privado, donde la cooperación y la suma de esfuerzos entre las partes contribuyan a hacer más eficaz y eficiente el funcionamiento de nuestra organización sanitaria.
La relación exclusiva entre proveedor y administración está agotada. Es tiempo de promover una mayor implicación de ambas partes en torno a la salud a través de la formación, la prevención o la seguridad, con nuevos compromisos y responsabilidades en torno a la eficacia y adherencia a los tratamientos, pero también sobre la necesaria estabilidad normativa y económica que permita planificar y ofrecer la viabilidad económica del sector.
Son algunos de los muchos cambios que se están fraguando en la sanidad española. Adaptarse a este escenario requiere nuevos conocimientos, nuevas estrategias y relaciones entre los agentes sanitarios sobre unas bases más firmes en el tiempo.
No tengo ninguna duda de que debemos cooperar para ser más eficientes. Es una exigencia y un objetivo que se deben marcar los stakeholders del sector sanitario para que los ciudadanos se beneficien de los resultados de la investigación en salud. Por eso, es imprescindible fortalecer los vínculos que mantienen la industria sanitaria con las administraciones públicas, los profesionales sanitarios, los pacientes, la distribución o las compañías aseguradoras.
En mi opinión, contamos con una potente herramienta para lograr el objetivo: las relaciones institucionales. Del grado de conocimiento mutuo y de compromiso que consigamos dependerá el éxito de esta empresa.
Nuestro gran reto reside en buscar alianzas, alinear la información, los conocimientos y los diferentes intereses en juego a través de una fructífera colaboración que asegure la viabilidad futura del Sistema Nacional de Salud y redunde en la mejora y excelencia de la Sanidad a través del proceso de incorporación de innovaciones del sector.
El instrumento más eficaz para adaptarse a este entorno cambiante son las relaciones que se construyan entre los distintos agentes, unas relaciones que deben producirse también sobre unas bases distintas de las dispuestas hasta hoy, para hablar un mismo lenguaje frente a la Babel administrativa que se ha convertido la España autonómica.
Los modelos de organización, las estrategias para canalizar las relaciones y acceder a los centros de decisión también han cambiado. Hace falta un nuevo perfil profesional con nuevas habilidades personales y directivas para poner en marcha estrategias de relación, comercialización y gestión más eficaces. El acceso al mercado se ha visto fuertemente restringido pero, al mismo tiempo, la comunicación con los profesionales también se ha reforzado y ampliado con las nuevas herramientas de eHealth.
Integrar estas posibilidades abiertas en un nuevo marco de relaciones institucionales es una oportunidad para adaptarse con éxito a este entorno cambiante, encontrar puntos de encuentro entre empresas e instituciones y crear oportunidades que redunden en beneficios del sistema.
Creo, en definitiva, que la Sanidad se puede ver como un puzzle de relaciones donde todas las piezas deben encajar si queremos tener una visión conjunta y que el todo funcione para asegurar y mejorar la salud de nuestra población.