En un contexto sujeto a cambios y desafíos permanentes, la apuesta estable y continua por la investigación clínica es la garantía de progreso más sólida para la industria farmacéutica. En este escenario, la cooperación entre grupos de investigación, instituciones académicas, asociaciones de pacientes y compañías desempeña un papel protagonista en la obtención de nuevos resultados científicos y la contribución a la construcción de un nuevo modelo productivo.
No hay avances sin ciencia y no hay progreso sin investigación. En ningún otro sector se muestra con tanta claridad este axioma como en el de la industria farmacéutica. La necesidad de invertir y trabajar en investigación clínica no responde aquí a una cuestión coyuntural: el trabajo de los médicos y los investigadores en los ensayos clínicos forma parte intrínseca de lo que hacemos a diario. Las compañías biomédicas somos clave en la investigación de nuevos medicamentos.
A nadie se le escapa, sin embargo, la idea de que el esfuerzo investigador es especialmente sensible a épocas de cambio y recuperación económica como la que ahora vivimos. En este contexto, reducir o aplazar esfuerzos en I+D significaría ir en contra de nuestra propia naturaleza. Por el contrario, mantener y ampliar ese empeño invirtiendo en capital humano y científico es la garantía clave del progreso en un sector que se define por su carácter innovador.
Sumando esfuerzos
Para seguir investigando y hacerlo más y mejor deberán tenerse en cuenta nuevos escenarios. El trabajo científico desarrollado en los últimos años ha puesto de manifiesto una realidad incontestable: la colaboración entre los ámbitos público y privado es el camino más corto para alcanzar la excelencia biomédica. La cooperación entre todos los actores implicados en la investigación clínica y, por extensión, en la mejora de la calidad de vida de los pacientes, será clave para la obtención de resultados en áreas con necesidades que aún esperan ser cubiertas.
La aportación de las compañías farmacéuticas a esta alianza podría contribuir de manera notable a la construcción de una nueva economía. El apoyo privado a las redes de investigación públicas a través de financiación, programas de becas o soporte material y logístico, ayudará a la formación de una sólida red de personal y recursos que evite la fuga de cerebros e incremente la participación española en los alrededor de 4.000 ensayos clínicos que se autorizan en Europa cada año.
Sólo unidos podremos afrontar los retos más destacados en investigación clínica: la adecuada formación de los profesionales sanitarios en este ámbito; la agilización de la evaluación de proyectos; el impulso de la investigación traslacional o la mejora de la coordinación son algunos de ellos. Retos a afrontar en permanente y estrecha colaboración con los Comités Éticos de Investigación Clínica (CEIC) y bajo la rigurosa supervisión de los protocolos.
Grupos de investigación, hospitales, instituciones académicas, sociedades científicas y compañías están llamados a aunar recursos sin olvidar nunca, eso sí, la importancia de la implicación de los pacientes. Sin ellos, la pieza central de nuestra labor innovadora, esta colaboración no tendrá sentido. Contribuir a su formación, garantizar sus derechos y facilitar la información necesaria para establecer un marco de máxima transparencia, atribuirá a los pacientes el papel que merecen en la búsqueda de nuevas soluciones para mejorar su calidad de vida.
Investigar en enfermedades poco frecuentes
Especialmente destacado es este empeño colaborativo en el área de los medicamentos huérfanos, campo particularmente sensible a la falta de financiación y recursos. Las ‘farmas’ tienen mucho que decir y que aportar en este punto. El compromiso de Pfizer como compañía biomédica puntera con las personas que conviven con este tipo de patologías se refleja en su pipeline: trabajamos en un total de 10 programas clínicos en el área de las enfermedades poco frecuentes -aproximadamente, el 10% del pipeline-, con indicaciones investigadas para el tratamiento de la hemofilia, la distrofia muscular, el déficit de la hormona del crecimiento o la enfermedad de Andrade.
Como resultado de este esfuerzo científico, contamos ya con un total de 22 medicamentos aprobados en todo el mundo para indicaciones de patologías poco frecuentes, lo que confirma que la prevalencia o el cálculo de los beneficios no son los únicos criterios por parte de las compañías para investigar nuevas terapias y fármacos.
La industria, a disposición de la ciencia
Al trabajo en los ensayos clínicos, las compañías han añadido además una serie de proyectos e iniciativas cuyo objetivo es facilitar la puesta en común de conocimientos sobre las distintas patologías entre los profesionales sanitarios así como fomentar el desarrollo de centros excelentes en investigación. El programa INSPIRE de Pfizer es un buen ejemplo dentro de este grupo de iniciativas. La red de investigadores y centros INSPIRE (Investigator Networks, Site Partnerships and Infrastructure for Research Excellence, por sus siglas en inglés) está constituida por 162 centros en todo el mundo, con 8 localizaciones en España.
El Complexo Hospitalario Universitario de Santiago de Compostela, el Hospital Universitario 12 de Octubre (Madrid) o el Hospital Vall D’Hebron (Barcelona) son algunos de los integrantes españoles de este programa. Participar en esta red mundial de investigadores y centros requiere el cumplimiento de altos estándares de calidad, productividad y eficacia, ofreciendo a cambio la oportunidad de acceso a una importante cartera de datos, la publicación de estudios, más facilidades en el reclutamiento de pacientes y el intercambio de las mejores prácticas en toda la red.
Otro proyecto propio de colaboración con científicos de todo el mundo es el programa de descubrimiento de terapias en marcha con el Global Medical Excellence Cluster (GMEC) en el Reino Unido, que posee el potencial necesario para acelerar la traslación de la ciencia básica a la rutina de los pacientes a través de una nueva generación de medicamentos con indicación en enfermedades poco frecuentes. INSPIRE y GMEC representan así con claridad la filosofía que guía nuestro trabajo en los laboratorios clínicos: todos nuestros recursos como compañía están a disposición de la ciencia médica.
Un nuevo modelo productivo
Con un sistema sanitario ejemplar y un colectivo de profesionales médicos de primer nivel, España se ha colocado entre los referentes más importantes en investigación clínica, pero mantener la excelencia sólo podrá lograrse con el apoyo de un tejido empresarial firmemente comprometido con la colaboración y la cooperación entre todos los agentes implicados en la tarea de mejorar la salud de todos.
Éste es uno de los pasos en el camino hacia la deseada renovación del modelo productivo nacional; hacia un nuevo paradigma más competitivo basado en la innovación. Sólo investigando podremos incorporar nuevos fármacos al arsenal terapéutico. Y sólo a través de sinergias podremos garantizar la máxima eficiencia en este esfuerzo. Contribuir a que todos los agentes sociales asuman el valor de la investigación biomédica y compartir recursos en la búsqueda de nuevas terapias son, hoy por hoy, objetivos prioritarios para el sector ‘farma’. Porque invertir en investigación es invertir en Salud. Y la Salud es lo que nos mueve.