Uno de los puntos que nos permite evolucionar en todo negocio o empresa se encuentra en cómo se lleva a cabo la gestión financiera.
Cabe mencionar que, tradicionalmente, la estrategia más utilizada por los empresarios ha sido la coloquialmente conocida como la de “Nadar y guardar la ropa” que, según la RAE, trata sobre acometer una tarea cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo, pero de forma precavida -sin arriesgarlo todo- con el fin de estar a cubierto en caso de que fracase. Bajo esta premisa, las labores del Director Financiero se limitarán a gestionar el correcto cierre de los estados financieros, controlar la caja y a informar en caso de que haya algún tema importante, pero no aportarán un valor diferencial.
Sin embargo, la figura de Director Financiero, al igual que todas las posiciones críticas de la empresa, ha evolucionado progresivamente hacia perfiles más complejos. En el proceso evolutivo de esta función, destacan la anticipación, la planificación, la visión estratégica y el buen manejo de la tecnología, que juegan un papel clave.
Actualmente y desde un punto de vista más estratégico, se tiende a separar las áreas más mecánicas, como la contabilidad o la facturación, de aquellas que pueden tener un mayor impacto en la buena marcha del negocio, como la optimización de las políticas financieras mediante el rediseño de procesos y la mejora continua en áreas como el control financiero, la gestión de tesorería o la planificación fiscal. Por otro lado, se tiende a acometer profundas transformaciones digitales de la compañía, lo que implica el diseño y la construcción de herramientas tecnológicas que, junto al conocimiento de los expertos, automatizan y profesionalizan la gestión, permitiéndonos conocer al milímetro nuestro negocio para poder tomar decisiones óptimas.
Durante mis años de experiencia reclutando directivos, he tenido la oportunidad de ver este desarrollo en los perfiles de dirección financiera, siendo el sector Healthcare un claro ejemplo en esta evolución. Cabe destacar que el mercado farmacéutico es uno de los principales sectores industriales en España, que tiene una regulación propia y unos canales de venta tanto públicos como privados que se encuentran en constante cambio.
Las empresas de este sector suelen requerir de grandes inversiones, por lo que una óptima política de financiación es vital para la buena marcha del negocio. El sector genera interesantes márgenes y a este respecto es importante establecer una política de plazos de maduración que nos permitan obtener un capital circulante positivo. Tener una correcta estructura de financiación, planificar inversiones tanto desde un punto de vista financiero como fiscal, aprovechar las subvenciones por I+D+i y desarrollar la tecnología en la compañía, son factores clave para la reducción de costes financieros, para la generación de ahorros en la estructura, o para generar mejoras en la producción, que revierten en disminución de costes de producción, y finalmente, en mayor margen y rentabilidad del producto.
Bajo mi punto de vista, el buen financiero no es el técnico experto, ni el mejor gestor de equipos de trabajo, sino la suma de múltiples competencias y experiencias. El buen financiero conoce y se implica en su negocio para conseguir mejoras que lo encaminen hacia la consecución de las líneas estratégicas marcadas. En el mundo de las finanzas, no dan igual las peras y las manzanas. Es cierto que todo se puede contabilizar, pero se ha de tener la capacidad de comprender bien el negocio. Así pues, el dinamismo y la capacidad de reciclarse son factores claves en la evolución de este perfil. Todas las empresas deberían apostar por esta evolución, sin importar su tamaño ni el sector al que pertenecen, siendo básica para ello la implicación de todos los estratos de la empresa.