2020 será recordado por el coronavirus y por cómo cambió nuestra forma de percibir el mundo que nos rodea. ¿Aprenderemos algo una vez pase esta situación? ¿Nos orientaremos más a las personas? Mi enfoque, realista al principio, se centra en el potencial que todos tenemos dentro y como, puesto al servicio del conjunto, podemos labrarnos un futuro esperanzador. Una mirada a nuestro pasado evolutivo, nos avala.
Contemplar 2020 desde la excepcionalidad es lo mejor que podemos hacer. La realidad nos invita a reflexionar, durante este último trimestre, como hemos sentido la necesidad de que este año finalice. Consciente o inconscientemente, hay un deseo de que se acabe esto. Como si más allá del próximo 31 de diciembre fuéramos a encontrar una respuesta a nuestros males presentes en forma de pandemia. Lo cierto es que a medida que iba andando este 2020 no teníamos claro qué estaba ocurriendo pero tampoco cómo nos estaba afectando.
Hoy, tenemos algunas respuestas y muchas más preguntas con grandes signos de interrogación que exclaman atención. Sabemos algo más de esta nueva realidad. ¿Qué conocemos? Que tecnológicamente somos un país que ha estado a la altura y la mayoría de las empresas se ha adaptado rápidamente a las necesidades imperantes. También sabemos que nuestra gente (las personas que hacen cada día las empresas), ha sabido responder y la adaptación, muy compleja, está siendo un hecho. También es una realidad, poco amable, que muchas empresas y personas están quedando al margen.
En ventas, solemos utilizar los últimos tres años de resultados (depende también lo que queramos medir) para comprender cómo puede ser, potencialmente, el ejercicio siguiente, mercado mediante. Sin embargo, el coronavirus es presente continuo. Ya no hay pasado que medir. Es como si este tiempo se estuviera expandiendo, en el que somos viajeros que dejamos de controlar lo que una vez creímos que estaba en nuestras manos. Siempre hemos hablado de la orientación a resultados, de medir, de controlar y de gestionar y no está mal pero hoy, como nunca, importan las personas.
Precisamente son las personas quienes se han adaptado a trabajar desde casa de la forma más rudimentaria. Han tenido que trabajar desde su hogar (no llamemos a esto teletrabajo). Han tenido que lidiar con espacios no aptos, peques, mascotas, cierta desorganización y un largo etcétera de casuísticas. Las personas, en los departamentos tecnológicos de cada empresa, han hecho magia. Los responsables de cada área (¡personas también!) han gestionado la sorpresa inicial de esta gran tormenta con las mejores herramientas posibles. También quienes han tenido que hacerlo presencial.
Hoy, tenemos más claro que podemos trabajar en remoto, desde una nube, agilizando procesos, algo menos de burocracia o reuniones más eficientes y eficaces (aunque me consta que necesitamos seguir mejorando, incluso en lo virtual). La tecnología nos permite hacer mucho. Lo sabíamos antes del coronavirus. Lo sabemos mientras navegamos nuestro presente. Retos, retos y más retos. Si nos focalizamos en que, en vez de que aparezcan problemas, la vida nos pone retos que superar, la actitud cambia. Un reto nos permite crecer, mejorar, evolucionar. Un problema, agobia.
Y si antes mencionaba la orientación a las personas como bisagra de este 2020, las organizaciones van a tener que trabajar mucho en ello. RR.HH. es clave en el cómo. Y ello implica tener el protagonismo. ¿Asistiremos a un nuevo contrato (no escrito) laboral? Más que eso; asistiremos a vernos reflejados en un doble espejo: ¿cómo nos ha tratado la otra parte durante la pandemia? La empresa, ¿ha cuidado y mimado a sus trabajadores? Y éstos, ¿han mostrado compromiso en estos tiempos revueltos? ¿Cómo recordaremos esta época? Nadie saldrá ganando si no nos orientamos a las personas.
Debemos crecer y madurar sin complejos y con pensamientos modernos, actuales. Esta crisis debe reconciliarnos con nosotros mismos y encontrar nuestra mejor versión. Poner por delante el valor del esfuerzo; da lo mismo de donde sea cada uno o que puesto ocupe en la organización. El tiempo nos irá mostrando como se están modificando los procesos y qué funciona y qué no. En muchos aspectos se está gestionando según acontecen nuevas medidas, normativas, leyes, etc. Esto está generando estrés y ansiedad. Debemos cuidarnos física y mentalmente.
¿Y qué hay de los clientes? Hasta ahora sólo me he referido a las personas de nuestra empresa pero, acaso si cuido y mimo a mis trabajadores, ¿eso no va a repercutir en el trato y valor agregado que observe mi cliente? Esto lo sabíamos antes del inicio de la pandemia y tiene mayor preponderancia hoy por hoy. Si trabajo la búsqueda de la excelencia en la atención al cliente interno, repercutirá en mi cliente externo. Nuestros productos o servicios son esenciales para nuestros modelos de negocio pero son las personas quienes marcan la diferencia.
Mientras escribo este artículo, está muy fresca la final de Roland Garros entre Novak Djokovic y Rafael Nadal Parera. El Abierto de París fue testigo, el pasado domingo 11 de octubre, de la decimotercera vez que, uno de nuestros mejores deportistas de todos los tiempos, levantaba la copa en la capital francesa y con un clima poco agradable para jugar al tenis. Y, sin embargo, el de Manacor volvió a regalarnos una nueva lección de esfuerzo, confianza en sí mismo, fortaleza mental, caballerosidad, elegancia y humildad. ¡Cuántas lecturas podemos sacar, una vez más, del enorme Rafa Nadal!
En 1990, el “Doc” de la trilogía “Regreso al futuro”, cierra la tercera entrega dirigiéndose a Marty McFly y a su prometida Jennifer: “Tu futuro todavía no está escrito, como no lo está el de nadie. Vuestro porvenir sólo depende de vosotros. Labraos uno que sea bueno”. Independientemente de los nuevos procesos, nuevas formas de trabajar, de llegar a nuestros clientes, de mirar al futuro y adaptarnos a lo que nos viene, no olvidemos el potencial que tenemos como individuos que, puesto al servicio del conjunto, nos permitirá hacer un futuro prometedor.