Son tiempos difíciles. La pandemia nos ha sacudido con ferocidad. A la sociedad en su conjunto, a nuestras relaciones personales, a nuestros hábitos cotidianos y por supuesto, en la manera de desempeñar nuestra actividad laboral.
Ya son muchos meses acumulando ansiedad y con preocupantes niveles de aislamiento social. Las noticias repetitivas en los medios se ocupan de devolver a nuestra retina el monotema informativo que ha pasado a ocupar con obstinada fijación gran parte de los titulares. La sociedad está cansada y el pesimismo se extiende más rápido que el propio virus.
De igual manera, y como espejo de lo que ocurre en la población; en nuestra profesión de visitadores médicos se percibe este desasosiego. Ciertamente, nuestro día a día ha cambiado drásticamente. Sin poder acceder a los centros sanitarios y con nuestros clientes principales (héroes y protagonistas principales en la lucha contra la plaga), sometidos a un sobreesfuerzo mayúsculo y quedándoles poco tiempo y energía (del poco que ya disponíamos en muchas ocasiones) para la visita médica.
Hemos tenido que aprender a crear en la dimensión virtual una gama de interacciones y reuniones formativas con los clientes. Incluso también, en muchos casos, nuestras propias reuniones de ciclo se realizan desde pantallas led, por citar algunos ejemplos; también hemos mudado nuestra oficina (ubicada en el hospital, cafeterías o incluso en el coche) a nuestros propios domicilios (hijos incluidos).
La incertidumbre actual, los cambios profundos a los que nos hemos visto sometidos y el entorno VUCA, que dirían los marketinianos, está abonando en muchos delegados la idea de que esta profesión está en vías de extinción.
Un temor, que ya escuchaba cuando empecé en este oficio, en una fecha ya tan lejana que prefiero obviar. Y este miedo existe desde mucho antes. Una retahíla que ha estado siempre e inexplicablemente presente.
Sin embargo, la visita médica ha sobrevivido cronológicamente al cólera, a la mal llamada “gripe española”, al VIH y otras epidemias menores. Ha visto una Guerra Civil y una paupérrima postguerra, dos terribles Guerras Mundiales que desgarraron al mundo (y concretamente a varios de los principales países productores de medicamentos), una dictadura y su autarquía, una transición hacia nuestra actual democracia, varias crisis económicas, etc. Adicionalmente, ha soportado con estoicismo varios intentos infundados de la administración de regular, limitar y prohibir nuestra labor.
Por supuesto que en todos estos años, los laboratorios y los visitadores médicos se han tenido que adaptar a las demandas de la sociedad y del mercado. Nada tiene que ver nuestra profesión actual con la de un visitador médico de no hace mucho tiempo. No obstante, la resistencia al cambio, en gran medida comprensible, siempre ha existido.
Antaño, los visitadores médicos se resistieron inicialmente a tener que abandonar las cómodas y provechosas visitas en las consulta privadas (con puro incluido) y cambiar a esperar en la puerta del ambulatorio o tener que acudir al hospital para contactar con los profesionales sanitarios. Se tuvieron que adaptar y pasar de ser unos pocos, a la masificación que vivimos desde los años 70. También tuvieron que aceptar el tener que dar cuentas de las frecuencias de visitas efectuadas en el día a día, cuando no se exigían hasta entonces. Y por citar ejemplos más recientes, también nos tuvimos que capacitar en la transición de la literatura en papel al manejo del ipad o, el salto de la entrevista individual delegado-médico a las visitas grupales, con todas las dificultades que este tipo de interacción acarrea.
La visita médica sobrevivirá, estoy seguro de ello y espero no equivocarme, pero con este fin, nos tendremos que adaptar y transformar. Ahora más que nunca, el papel preponderante de la sanidad en el bienestar de cualquier sociedad está en el candelero. Los laboratorios farmacéuticos son y serán colaboradores imprescindibles y fundamentales para sortear esta nueva piedra en el camino que esperemos más pronto que tarde, la humanidad sorteará. Y la labor de la visita médica, con los cambios que se produzcan (donde nos tendrán que ayudar y capacitar nuestros empleadores), seguirá siendo imprescindible como vía de comunicación entre el clínico y la industria, donde el visitador médico aporta información científica y actualización continua sobre novedades terapéuticas.
“No es la especie más fuerte la que sobrevive ni la más inteligente sino la más receptiva al cambio”.
Charles Darwin.