El reto de proteger la farmacia del presente pasa por adaptarnos a la realidad actual, encontrando en la digitalización un punto de apoyo para anticiparnos a los cambios que la sociedad y circunstancias nos reclaman. La red de farmacias española debe liderar este proceso de transformación, evitando que ésta pierda peso y la exclusividad de dispensación de productos de farmacéuticos.
El paradigma actual ha evidenciado un cambio en los hábitos de vida y en las necesidades que manifiesta la sociedad. Si bien muchos sectores ya habían consolidado su presencia en el mundo digital, la irrupción del COVID-19 supuso la obligación para otros tantos de considerar los beneficios que pudiera brindar la tecnología.
Aquello que hasta hace poco nos parecía una realidad muy lejana se ha convertido en el presente más inmediato. Como sociedad hemos normalizado la hiperconectividad, dispositivos inteligentes y tener casi todo a nuestro alcance con un solo clic. La pandemia ha acelerado un cambio que, aunque necesario, no se atisbaba como inminente en sectores como el farmacéutico y, más concretamente, en las oficinas de farmacia. Esto implica un gran reto: adaptarnos al nuevo contexto y las necesidades del paciente. Llegados a este punto, es importante contemplar las oportunidades que nos brinda la digitalización, siendo conscientes de que proteger la farmacia del presente implica pensar en la farmacia del futuro.
La labor asistencial del farmacéutico tiene un por qué claro: ayudar a las personas a cuidar de su salud y la de los suyos. Nuestra legitimidad para proporcionar un asesoramiento experto, así como el conocimiento de las interacciones nos hace el candidato ideal para atender a la población, utilizando las herramientas necesarias que nos permitan responder de forma activa a las necesidades actuales del paciente.
Se ha comprobado el grandísimo papel que desempeña la oficina de farmacia en el Sistema Nacional de Salud. Sin embargo, durante este año de pandemia también se ha evidenciado el importante progreso que ha supuesto la incorporación de las tecnologías de la información a la atención sanitaria, con efectos muy positivos en la población. Esto, unido a iniciativas gubernamentales, como la de integrar la red de farmacias comunitarias en la Estrategia de Salud Digital, me hace pensar que el reto de la farmacia del futuro pasa por la tecnología, considerándola una herramienta que es esencial, tanto para la labor profesional como para la comunicación interpersonal entre el farmacéutico y el paciente.
La digitalización general del sistema nos ofrece la oportunidad mantener un modelo en el que el paciente se sitúe en el centro, evitando que se aleje por considerar que la farmacia no avanza al compás de la sociedad. Quizás haya llegado el momento de dar un paso al frente y ser nosotros, las 22.000 oficinas de farmacia españolas, los que abramos la puerta a esta transformación, que nos permita aunar lo mejor del mundo físico y digital, sin perder esa cercanía y la capacidad de asesoramiento al paciente.
El reto de mantener un sistema en el que el paciente se sitúe siempre en el eje central requiere que las farmacias lideren el proceso. Eso sí, ya que esta transformación digital debemos liderarla y llevarla a cabo la propia red de farmacias, lo más justo es proporcionar a los farmacéuticos procedimientos de actuación, fijados por las administraciones sanitarias competentes, para afianzar nuestra posición en el mundo digital, además de poder realizar la dispensación y entrega de los medicamentos y productos sanitarios, en el domicilio de los pacientes. Todo ello, con la participación del farmacéutico para la atención farmacéutica y seguimiento del tratamiento, junto al control, e intentando un modelo colaborativo con el médico y otros profesionales sanitarios. De esta forma, obtendríamos varios beneficios, con el fin de conseguir resultados que contribuyen a la calidad de vida de las personas.
No es necesario lanzar una mirada hacia el continente americano para vislumbrar que ese futuro es una realidad, y que ya está aquí, entre todos nosotros. Nuestro país vecino, Portugal, y otros europeos como Alemania, Noruega u Holanda, ya han aprobado y regulado la venta virtual de medicamentos, con y sin receta. Es el momento de anticiparnos para evitar que sean agentes externos a la red de farmacias española quien realice esa labor de dispensación de productos farmacéuticos.
En la actualidad podemos apreciar como gigantes del comercio electrónico, ajenos a la red de farmacias y al sector salud, están desarrollando este servicio. Permitir que estas empresas, que no constituyen personal sanitario, operen en nuestro país (a través incluso de otros Estado miembro de la UE) supone dejar de lado a la red de farmacias españolas y, sobre todo, al farmacéutico, quien comprueba, supervisa y dispensa la medicación del paciente, con procedimientos que incluyen recientemente, la trazabilidad del medicamento para evitar falsificaciones, aspecto esencial en el canal online. De hecho, la Directiva 2011/62/UE del Parlamento Europeo que establece disposiciones relativas a los dispositivos de seguridad que figuran en el envase de los medicamentos de uso humanos, la creación en 2016 del Sistema Español de Verificación de Medicamentos (SEVeM) y nuestro Real Decreto 717/2019 suponen un importante avance en este sentido.
El reto de proteger la farmacia del presente pasa por adaptarnos al contexto actual, avanzando hacia un futuro no muy lejano. Somos nosotros los encargados de dar un paso al frente y aliarnos con las nuevas tecnologías, encontrando en la digitalización un punto de apoyo para anticiparnos a los cambios que la sociedad y circunstancias nos reclaman.