Mucho ha cambiado la investigación clínica desde que a mediados del siglo XVIII James Lind realizara el que para muchos fue el primer ensayo clínico controlado, comparando distintas acciones para el tratamiento del escorbuto. Con su experimento, a bordo del buque Salisbury, mostró que las naranjas y los limones podían curar esta enfermedad. Nacía la investigación clínica “moderna”.
Sustentada por el método científico, la investigación clínica interviene en la generación, innovación y desarrollo de la Medicina. Sin investigación clínica no habría progreso. Por este motivo, para lograr una Medicina más efectiva, segura y sostenible, la investigación clínica resulta fundamental. Pero un buen sistema de salud necesita mucho más, y todos los que de una u otra forma estamos en este mundo sanitario lo sabemos bien.
Ya lo dice la OMS, un buen sistema de salud previene y mitiga sufrimientos, y salva vidas, proveyendo prevención, tratamiento y cuidados de alta calidad que sean a la vez accesibles y asequibles para todo el mundo.
Entre los estudios de investigación clínica, el estudio de referencia es el ensayo clínico. A pesar de su idoneidad, existen diferencias importantes entre los pacientes incluidos en dichos ensayos en condiciones controladas y los pacientes “reales” de la consulta diaria. Eso parece que es algo que a nadie se le escapa. Por este motivo se hace imprescindible favorecer la investigación clínica y la generación de resultados basados en pacientes de la vida real (RWE), una herramienta clave para conseguir ese buen sistema de salud al que nos hemos referido.
Estudios observacionales con medicamento, donde la asignación de un paciente a una estrategia terapéutica concreta no está decidida de antemano por el protocolo de un ensayo, sino que estará determinada por la práctica clínica; estudios observacionales no ligados al medicamento, en los que los datos de medicamento existen, pero no son el factor fundamental del estudio (no se incluye en objetivos ni en criterios de inclusión); y estudios observacionales sin medicamento con pacientes concretos, como los estudios de incidencia o de prevalencia de enfermedades, de calidad de vida, de práctica clínica. Todos ellos adquieren una relevancia máxima en este mundo en el que investigación y práctica clínica han entrado en un camino, en un ámbito, en el que deberán ser un matrimonio bien avenido.
En un entorno sin pacientes, la investigación en Sistemas de Salud proporciona información sobre la distribución de recursos y necesidades asistenciales de una patología en España, sobre la adherencia a las guías clínicas, sobre inercia terapéutica, sobre la concordancia médico-paciente frente a un síntoma o patología… y también puede ofrecer comparativas entre evidencia científica y práctica clínica.
Lo que no existe
Pero en ciencia, como en tanto otros ámbitos, lo que no se difunde, lo que no se cuenta, lo que no se publica no existe. En el caso que nos ocupa, la transferencia de información ya sea de resultados de investigaciones o de cualquier otro tipo ha permitido a los gestores disponer de datos para medir resultados y mejorar la calidad de la asistencia que precisa ese buen sistema de salud. Y ese es un objetivo de este tipo de estudios.
El formato de difusión dependerá de su finalidad y de la metodología: un artículo original para publicar en revistas científicas de ámbito nacional o internacional, en publicaciones divulgativas especializadas, notas clínicas, revisiones, cartas al director, editoriales, artículos especiales, guías de práctica clínica, publicaciones de grupos de trabajo de sociedades científicas, vídeos de resultados, pósteres, comunicaciones orales en congresos, monografías o infografías son solo algunos de los modelos de difusión.
En cuanto a los canales, ya hemos hablado en otras ocasiones sobre la división entre los digital y no digital, una dicotomía que ha quedado obsoleta. Y también nos hemos referido a la estrategia omnicanal, como la evolución de la multicanalidad; y de la evolución “natural” del storytelling al storydoing, como ejemplos. Pues bien, todo esto también se aplica a la comunicación de estudios y de sus resultados en una era informativa/comunicadora en la que el lector en muchos casos no va en busca de información porque esa información va hacia él por multitud de canales. Y en este contexto, ¡qué importante resulta la información de valor!
Hace pocas semanas, Microsoft anunciaba el 15 de junio de 2022 como fecha definitiva de la retirada de Internet Explorer. En activo durante más de 25 años, este navegador ha vistco como otros como Chrome o Firefox le ganaban la batalla. Y ¿qué tiene que ver esto con lo que nos ocupa? Pues quizás no mucho, o sí. Es un ejemplo de evolución, de cambio de tendencia. Es cómo se comporta la vida real, como algunos de nuestros estudios.