La industria farmacéutica es un pilar fundamental de la economía europea, contribuyendo significativamente a la producción, las exportaciones, el empleo y la inversión en investigación y desarrollo (I+D). En Según los últimos datos disponibles de EFPIA, la producción de esta industria en Europa alcanzó los 323.950 millones de euros, con un saldo comercial positivo de 215.000 millones de euros y una inversión en I+D superior a los 42.500 millones de euros. Además de emplear directamente a unos 865,000 individuos, genera alrededor de tres veces más empleos de manera indirecta. Esta industria no solo impulsa la innovación y el crecimiento económico, sino que también mejora la competitividad de la región europea. Gracias a su fuerte enfoque en la I+D, ha liderado el progreso en salud, desarrollando tratamientos y terapias innovadoras que mejoran la salud y la calidad de vida, posicionando a Europa como líder en avances científicos y médicos. Su considerable contribución también fortalece la posición de Europa en el mercado farmacéutico global, esencial para la competitividad futura de la región en una economía mundial en evolución.
Tras las recientes elecciones del 9 de junio, la agenda europea se encuentra en un punto crucial, preparándose para abordar desafíos significativos y aprovechar oportunidades emergentes que definirán el futuro del continente. Las prioridades de trabajo se centrarán, entre otros temas, en la reestructuración de los sistemas de salud, la gestión de la crisis energética global, el combate al cambio climático, con un enfoque especial en la sostenibilidad y la innovación. La búsqueda de una mayor competitividad, según el Informe Letta, va a ser un eje central de la agenda europea en los próximos años.
En este contexto, la competitividad económica se presenta como un eje central, donde el sector farmacéutico y biotecnológico desempeña un papel clave en lograr las prioridades estratégicas de la Comisión Europea y el Parlamento Europeo para el período 2024-2029, especialmente en lo que respecta al fortalecimiento del Mercado Único y la resiliencia sanitaria de la Unión Europea.
Por ejemplo, el sector farmacéutico es fundamental para el desarrollo de una Unión Europea de la Salud robusta. Contribuye a la resiliencia sanitaria mediante la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos y tratamientos que pueden manejar mejor las crisis sanitarias futuras y mejorar la salud pública. La biotecnología está protagonizando muchas de estas soluciones como los nuevos fármacos que suponen el 68% de los medicamentos en desarrollo. Se ha conseguido erradicar enfermedades como la polio o la viruela y se han conseguido cronificar otras, como el SIDA, de un alto impacto social. También destacan significativos avances en el cáncer con el impulso de la medicina de precisión y en terapias avanzadas. Más allá del impacto en la salud de las personas, la biotecnología está siendo capaz de contribuir a la seguridad alimentaria y a la mejora de la nutrición con unos cultivos de mayor eficacia que a la vez preservan mejor la tierra o con alimentos libres de toxinas o contaminantes.
Además, una mayor competitividad va de la mano de una economía basada en la ciencia y en la innovación. Al invertir en ciencia somos capaces de generar actividad económica de alto valor añadido que a su vez genera innovación que a su vez genera otras palancas de crecimiento. Es lo que se llama el círculo virtuoso de la I+D. No en vano dos tercios del crecimiento económico de Europa en las últimas décadas son gracias a la investigación y el desarrollo. Por cada nuevo empleo creado en el sector salud surgen 1.7 nuevos puestos de trabajo en el resto de la economía. Si el gasto sanitario se incrementara un euro, la renta media de los ingresos de los hogares aumentaría en 0.7 euros. Además, el sector biotecnológico lidera el esfuerzo en innovación en Europa con una inversión en I+D+i que es el 20% del total de la inversión empresarial en el mundo. En nuestro país la tendencia es similar habiéndose aumentado la producción de conocimiento un 31% en la última década lo que sitúa a España como novena potencial mundial en producción científica en biotecnología y la quinta en un área tan prometedora como las terapias avanzadas.
En cualquier caso, esta capacidad de generar bienestar y desarrollo económico debe seguir potenciándose para que sea uno de los motores de oportunidades para nuestro futuro. Por ello, es necesario que demos pasos decididos para que las fortalezas de nuestro país, entre las que destacan además de la producción científica y la contribución a la transición verde, la capacidad industrial, la autonomía estratégica o el desarrollo de ensayos clínicos, se conviertan en auténticas palancas para el aumento de nuestra competitividad. El análisis comparado con los países más avanzados de nuestro entorno sugiere seguir incrementando los niveles de inversión en I+D+i hasta alcanzar el nivel que se correspondería con nuestro potencial económico. También es necesario facilitar la innovación, la financiación y el apoyo a las PYMES.
Por todo ello, tal y como se incluyó en la Declaración de Granada, en la que se sientan las bases del debate sobre la futura Agenda Estratégica 2024-2029 de directrices y políticas generales de la UE, y siguiendo las recomendaciones del Informe Letta de aumentar nuestra competitividad reforzando nuestro mercado único, debemos centrar nuestros esfuerzos en el impulso de un sector como la biotecnología como motor de oportunidades de desarrollo económico y social para aumentar tanto el bienestar de Europa como la riqueza en España. En esta tarea será clave la actual reforma del paquete farmacéutico europeo que se encuentra ahora en discusión en los países miembros tras la aprobación de la posición del Parlamento europeo el pasado mes de Abril. Esta reforma es un componente crucial para mantener un entorno que respete y fomente los incentivos a la innovación en el sector farmacéutico. Por ello se deben mantener los incentivos a la propiedad intelectual, así como simplificar y agilizar los procesos regulatorios para reducir los tiempos necesarios al desarrollo y aprobación de nuevos medicamentos. Estos son algunos puntos importantes al respecto. Es fundamental que la legislación promueva incentivos específicos para la investigación y el desarrollo, especialmente en áreas de alta necesidad médica.
Nos encontramos antes un momento clave para tomar las decisiones que nos permitan que los próximos 5 años sean los que hagan de la economía europea una economía más competitiva y que sea capaz de aportar soluciones para los ciudadanos y para el planeta. Pongámonos a la tarea.