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Hace unos años, cuando se mencionaba la inteligencia artificial (IA), nuestras mentes imaginaban un robot futurista muy (pero que muy) inteligente, haciendo tareas a toda velocidad. Era una idea emocionante, aunque un tanto atemorizante, diría que casi de película de ciencia ficción.
Con el tiempo, entendimos que la IA no era ficción ni tampoco un sueño lejano, sino que formaba parte de nuestro día a día ayudándonos con tareas tan cotidianas como indicarnos el camino más rápido para llegar a casa. Así, dejamos atrás la fría y distante imagen de la IA como un robot, y se convirtió en una tecnología accesible, diseñada para hacernos la vida más fácil.
Pero lo que quizás no nos imaginábamos es que esta misma tecnología acabaría convirtiéndose en una aliada clave para cuidar el planeta. Y es que tras muchos debates sobre las enormes cantidades de energía y recursos computacionales que se necesitan para entrenar los modelos de IA y hacerlos funcionar, cada vez hay más evidencia que respalda su rol como pieza clave para impulsar la sostenibilidad y afrontar los retos medioambientales. Hablemos de ello y analicemos qué ocurre en el sector dermocosmético.
La Inteligencia Artificial, motor de sostenibilidad
Siempre se destaca cómo la IA ha mejorado la eficiencia operativa al transformar las cadenas de suministro, pero creo que es importante ver la otra cara de la moneda y es que su uso también ha conseguido disminuir el impacto medioambiental.
Pruebas no faltan. Los algoritmos predictivos permiten anticipar la demanda y controlar la producción, reduciendo el desperdicio de productos y el impacto medioambiental de las operaciones. Por otro lado, este mismo análisis de datos en tiempo real permite optimizar las rutas de transporte, disminuyendo las emisiones de carbono. Además, la IA también está al día de las tendencias de mercado. Por ejemplo, en el sector dermocosmético donde reina la personalización, la IA permite ofrecer una experiencia única al consumidor contribuyendo a la sostenibilidad. Gracias al análisis de datos conoce a la perfección sus necesidades (tipo de piel, preocupación cutánea, formato favorito…) y puede recomendar el producto adecuado, reduciendo las compras impulsivas y contribuyendo un consumo más consciente. Se trata de un paso adelante para las marcas que mejoran la experiencia y satisfacción del consumidor, fomentando prácticas más responsables en el consumo.
En conclusión, en pocos años, la IA ha pasado de ser una idea futurista a una herramienta aliada en nuestra rutina diaria que, además, tiene en cuenta una preocupación cada vez más generalizada: la sostenibilidad. De hecho, un estudio reciente de Bain & Company, titulado CEO Sustainability Guide, revela que el 64% de los consumidores está altamente preocupado por la sostenibilidad, y esta inquietud ha crecido significativamente en los últimos años debido a fenómenos climáticos extremos. Además, el estudio destaca que los consumidores exigen un mayor compromiso por parte de las empresas e, incluso, están dispuestos a respaldarlo económicamente, pagando hasta un 12% más por productos sostenibles.
La sostenibilidad, una realidad de la oficina de farmacia
¿Y qué ocurre en la oficina de farmacia? La realidad es que la IA, además de transformar la dermocosmética, también se ha convertido en una aliada para que las farmacias promuevan prácticas más sostenibles. Está presente en la gestión del inventario al predecir qué medicamentos van a ser más o menos necesarios en función de la demanda estacional o de tendencias en la salud pública; en la optimización de la cadena de suministro; en la logística de distribución ayudando a planificar entregas más eficientes, etc.
En definitiva, la IA tiene una gran capacidad como motor de cambio hacia un futuro más consciente y sostenible que debemos aprovechar todos los actores: marcas, farmacias y consumidores.