En España, cerca de 10 millones de personas son mayores de 65 años –el 20% del censo–, superando ya a la población de menos de veinte. De acuerdo con las proyecciones del INE, para 2040 esta cifra seguirá creciendo hasta situarse en 14,2 millones, un 27,4% de la población. Este envejecimiento poblacional lleva aparejado un aumento del número de personas con patologías de alta prevalencia y, por ende, un incremento del gasto público en sanidad.
Una de sus consecuencias más visibles es el incremento de problemas de salud específicos, como la incontinencia urinaria. Según la Asociación Española de Urología, más de 7,5 millones de personas en nuestro país sufren esta patología, con una incidencia especialmente alta entre las mujeres mayores de 65 años. Entre un 30 y un 40% la padecen frente a un 14 y un 29% de los varones, pero, a partir de los 85 años, la incontinencia afecta por igual a hombres y mujeres.
Esta situación no solo representa un desafío significativo para la salud y el bienestar de las personas con incontinencia, sino también para la sostenibilidad del sistema de salud. En 2014, el gasto público en productos absorbentes fue de 274,6 millones de euros y, en 2020, pasó a situarse en 393,3 millones de euros, con una tasa de crecimiento medio anual del 6%1. De hecho, si se realiza una proyección lineal de estas cifras, de no cambiar el enfoque del modelo asistencial actual, para 2030 el presupuesto necesario para cubrir la dispensación de absorbentes en farmacias podría superar los 700 millones de euros. Esto supone un 80% más que en el año 2020.
Por el contrario, la tasa de crecimiento de las personas mayores de 65 años –quienes son más susceptibles a esta patología–, ha experimentado un crecimiento mucho menor que el consumo de absorbentes –apenas un 1%. Estos datos subrayan una problemática subyacente en la prescripción generalizada de productos para la incontinencia que, a menudo, no tiene en cuenta las necesidades específicas de cada paciente.
La prescripción individualizada es crucial para mejorar la calidad de vida de las personas con esta patología y asegurar la sostenibilidad del sistema de salud. Las necesidades de los pacientes son diversas y varían considerablemente en función de factores como la edad, el sexo, el estado de salud y el estilo de vida. Por ejemplo, una persona joven con incontinencia moderada puede necesitar un tipo de absorbente muy diferente al de una persona mayor con incontinencia severa, movilidad reducida y a cargo de un cuidador. Estas diferencias individuales deben ser el punto de partida para una prescripción efectiva.
Un enfoque personalizado en la elección de estos productos puede mejorar significativamente el abordaje de la incontinencia. Un absorbente adecuado no solo proporciona mayor comodidad y seguridad, con la consiguiente mejora de la autonomía y calidad de vida diaria, sino que también puede prevenir complicaciones adicionales como dermatitis, úlceras o infecciones en la piel.
Deben tenerse en consideración aspectos como el tipo de incontinencia, el grado de movilidad, la cantidad de diuresis, si presenta o no incontinencia fecal, el estado cognitivo y si existe apoyo familiar o de un cuidador.
Para avanzar hacia un modelo de prescripción que tiene en cuenta las necesidades de cada persona, es fundamental desarrollar políticas que promuevan esta práctica. En este camino, la colaboración estrecha entre enfermeras, farmacéuticos, médicos y otros profesionales y actores públicos y privados del sector salud esencial, y debe basarse en una evaluación integral del paciente que considere aspectos físicos, psíquicos y sociales.
Porque trabajando juntos podemos contribuir a mejorar el bienestar de las personas con incontinencia, asegurando al mismo tiempo la sostenibilidad del sistema de salud a largo plazo.
1 Informes Anuales del Sistema Nacional de Salud