Gabinete Bernard Krief
Diagnóstico de la depresión somatizada
Diagnóstico
de la depresión somatizada
Según numerosos estudios epidemiológicos internacionales realizados, un elevado porcentaje de personas que padecen depresión no está diagnosticado por presentarse con patologías aparentemente somáticas y, en consecuencia, no recibe tratamiento específico. Esta depresión es conocida como depresión somatizada o enmascarada.
La depresión es una enfermedad conocida desde la antigüedad, cuya incidencia en las últimas décadas ha aumentado tanto, que ha convertido los trastornos depresivos en un problema de salud de primera magnitud. Según un Estudio Sociosanitario realizado por Bernard Krief sobre El Coste de los Trastornos de Salud Mental en España, la depresión es uno de los trastornos mentales más importantes, tanto por el volúmen de población afectada (se estima que en los países occidentales puede afectar en un 10 y un 15% de la población total, lo que supondría en España entre 4 y 6 millones de personas que han sufrido depresión en algún momento), como desde sus consecuencias económicas y sociales. Ante esta situación, se decidió llevar a cabo la Campaña de Sensibilización y Prevención dirigida a población general, Médicos de Atención Primaria y Psiquiatras, para el diagnóstico de la depresión somatizada, a través de la celebración de la 1ª Semana Nacional de la Depresión, que tuvo lugar del 22 al 28 de noviembre de 1999; para la que se contó con la colaboración oficial de la Sociedad Española de Psiquiatría, la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica y un Comité Científico de 18 expertos, presidido por el Prof. Juan José López-Ibor Aliño, Catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid y Presidente de la Asociación Mundial de Psiquiatría, con el patrocinio de Laboratorios Organon. Durante esta semana se publicaron anuncios en prensa y revistas con un autotest dirigido a población general, para detectar posibles pacientes con algún trastorno depresivo. El principal objetivo de este programa, fue realizar una acción de sensibilización sobre Patología Depresiva Oculta (somatizada) en población general. Esta acción estaba dirigida a:
En estas circunstancias, el coste anual total de la depresión en España supera los 124.000 millones de pesetas, de las cuales un 53% son costes directos y un 47% son costes indirectos. El coste de las consultas (Atención Primaria y Especializada) asciende a 23.000 millones de pesetas (19%), el coste de los tratamientos farmacológicos es de 20.000 millones de pesetas (16%) y el de la hospitalización es de 19.000 millones de pesetas (15%). (figura 1)
Sin embargo, el coste más elevado corresponde a las incapacidades laborales (26%, por la pérdida de productividad laboral), así como a la mortalidad prematura (21%, por la pérdida de años de vida productiva). Paradójicamente, los estudios epidemiológicos muestran cómo un elevado porcentaje de las personas que padecen una depresión no está diagnosticado y, en consecuencia, no recibe tratamiento. Muchos de estos pacientes acudirán a la consulta del médico de atención primaria relatando quejas somáticas en lugar de psicológicas. Estos enfermos se someterán a un gran número de pruebas que serán en el mejor de los casos inútiles, obteniendo como única respuesta usted no tiene nada. La depresión que así se manifiesta se denomina enmascarada (somatizada). Según el Estudio Sociosanitario realizado por Bernard Krief sobre "La Calidad Asistencial de la Depresión en España", los cuadros depresivos ocupan una buena parte de las consultas de Atención Primaria y la mayoría de las consultas de Psiquiatría, pero se considera que dos tercios de la población afectada no acude al médico. En cuanto a la detección de estos casos en la consulta, se constata que generalmente se realiza de forma secundaria, puesto que el paciente no consulta por ese motivo, sino aquejado por dolencias o trastornos de diverso tipo, que constituyen la sintomatología de la depresión. El enmascaramiento de los cuadros depresivos con somatizaciones confunde a los facultativos, retrasa el proceso de diagnóstico, agrava las dolencias e induce a un incremento del coste sanitario, en primera instancia por las pruebas y exploraciones que se realizan para despistaje y, posteriormente, porque requerirá terapéuticas más largas y complejas (Figura 2).
El diagnóstico se produce apoyado esencialmente en la sintomatología del paciente y en la entrevista, con un interrogatorio específico. Para ello, se requiere de un tiempo y un clima adecuado que lo haga eficaz. Es aquí precisamente, donde los Médicos de Atención Primaria manifiestan carecer de las condiciones adecuadas para establecer correctamente un diagnóstico de depresión. Los tiempos medios de consulta en la Atención Primaria son claramente insuficientes, y a ello se suma una formación no actualizada sobre aspectos psiquiátricos que les permita manejar con seguridad y rigor los datos obtenidos del paciente. La acción psicológica de la figura del médico, con su capacidad para irradiar seguridad y comprensión, basada en una relación de confianza, son factores decisivos para conseguir el éxito en el tratamiento del enfermo con depresión enmascarada. La importancia de la formación psiquiátrica de los Médicos de Atención Primaria, especialmente en la depresión, se hace más patente aún con las actuaciones que siguen al diagnóstico. En definitiva, se trata de una depresión en la que por determinadas razones de personalidad del sujeto, tales como dificultad para manifestar sus emociones y sentimientos, los síntomas físicos adquieren una especial relevancia en la conciencia del sujeto. La variedad de manifestaciones somáticas que pueden exhibir estos enfermos es muy grande. Prácticamente todos los órganos y aparatos pueden ser el asiento de estos síntomas. Los factores de riesgo que pueden predisponer a la aparición de una depresión enmascarada son similares a los del resto de trastornos depresivos. Es decir, será más frecuente en mujeres, con antecedentes personales o familiares de episodios previos, presencia de factores estresantes en los últimos meses, escasas redes de apoyo psicosocial, enfermedades físicas graves o crónicas, tratamientos médicos de conocida capacidad para facilitar o incluso inducir depresión (antihipertensivos, corticoides, antimitóticos, etc.), o consumo de alcohol o drogas. Existen dos rangos de edades donde es más común la presentación de una depresión en forma de máscaras somáticas:
En la población infantojuvenil se barajan cifras de incidencia de la depresión que oscilan entre el 1% a los 5 años y el 10% a los 15 años. En esta etapa de la vida, las depresiones son en su mayoría enmascaradas, con sintomatología conductual o somática. De esta forma predomina el humor disfórico, la irritabilidad, problemas escolares, aislamiento social, timidez, parasomnias, enuresis nocturna, falta de concentración, trastornos del apetito, cefaleas y otras somatizaciones. En la senectud existen varios factores que van a facilitar el desarrollo de un trastorno depresivo:
Es muy frecuente la presencia de ansiedadagitación, de humor hipocondríaco, ideación deliroidedelirante de ruina o perjuicio y las somatizaciones. Además de los síntomas físicos ya conocidos, destaca especialmente la aparición de alteraciones cognitivas que pueden llegar al diagnóstico erróneo de demencia, recibiendo el nombre de pseudodemencia depresiva. El paciente se suele quejar de pérdida de memoria, de rendimiento en sus funciones mentales o de dificultades de concentración y orientación. Los pacientes que se presentan a la consulta con somatizaciones suponen un considerable gasto de recursos sanitarios que irán desde las visitas frecuentes a atención primaria y servicios de urgencia, a la realización de pruebas e incluso intervenciones quirúrgicas en el mejor de los casos innecesarias. Además, implica la consiguiente frustración en el paciente al no recibir diagnóstico, ni alivio de su padecer, que será proyectada sobre el médico y las instituciones de salud. El deterioro de la calidad de vida del enfermo depresivo seguirá en aumento así como el rendimiento laboral se verá también afectado por un elevado absentismo. Por último, cuanto más tiempo transcurra sin recibir el adecuado tratamiento, el pronóstico de su depresión empeorará. De todo ello, se puede inferir que los beneficios que se van a obtener al 'desenmascarar' la depresión serán muchos.
Para detectar una depresión enmascarada, se subraya la necesidad de considerar la posibilidad de este diagnóstico ante cualquier sospecha derivada de la presencia de:
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