Es un secreto a voces que el estado de la transformación digital está en una fase muy incipiente en el sector farmacéutico y, por tanto, que es todavía más un deseo que una realidad. Si en algo hemos podido alcanzar cierta madurez –o incluso hasta saturación- es en hablar de la necesidad de la transformación digital, pero como dice el refrán, el hábito no hace al monje, es decir, por mucho uso que hagamos del concepto ‘transformación digital’ eso no consigue hacerla realidad…
Es cierto que cada vez es mayor la concienciación de que la transformación es una palanca necesaria para impulsar el crecimiento e, incluso, la supervivencia, pero aún detectamos cierto desconcierto o desconocimiento hacia dónde ir y cómo hacerlo. Por un lado es algo totalmente comprensible, dado el calado que tiene. Esto no es cuestión de aplicar tecnología y digitalizar procesos –qué fácil sería si todo se limitara a eso- sino de algo de muchísima mayor profundidad puesto que implica transformar la organización al completo: su estrategia, su cultura, su modelo de negocio, su gestión de clientes, su gestión de personas… Y hay que hacerlo, además, en un contexto que impone máxima agilidad, eficacia, innovación y hasta personalización…y, para colmo, que está en constante y cada vez más rápido cambio… ¡por si cambiarlo todo no fuera suficiente!!
No obstante, no debemos acomodarnos o abandonarnos en la autocomplacencia o la queja. Por difícil que esto sea, lógicamente un cambio así no se realiza de la noche a la mañana, es absolutamente necesario y obligado, por lo que no queda otra que ponerse manos a la obra.
Y para ello hay tres palancas sobre las que resultan clave actuar:
En primer lugar, la estrategia. Es absolutamente necesario despojarse por un momento de la miopía del corto plazo y pasar a pensar en un horizonte a medio/largo plazo y en el negocio en su conjunto para definir los objetivos y el papel que la compañía quiere desempeñar en ese contexto futuro. También hace falta no caer en miradas individuales que abordan aspectos concretos pero de manera independiente (operaciones, marketing, etc.) y conseguir definir una visión holística y de conjunto, una hoja de ruta estratégica que integre todas las acciones e iniciativas de transformación digital y de forma a un para qué.
Una vez que tenemos identificado nuestro destino, necesitamos el vehículo que nos permita llegar a él y ése es el talento. Para la transformación digital no existen respuestas predefinidas; se trata más bien de un proyecto experimental y colaborativo para el que necesitamos el talento en su máxima expresión. La transformación digital consiste en crear un ecosistema de innovación permanente y para hacerlo realidad necesitamos personas curiosas, flexibles, con una mentalidad abierta, capaces de aprender, dispuestas a enfrentarse a lo desconocido e inesperado y al cambio continuo. El éxito de la transformación digital depende única y exclusivamente de la capacidad de las personas para adoptar proactivamente ese cambio constante y para maximizar su aportación y la búsqueda de soluciones en él. No hay otro secreto. Esto más que de tecnología es cuestión de actitud, y de conseguir contar con el talento adecuado y el compromiso del mismo.
Y en tercer lugar, necesitamos la gasolina que mueve ese vehículo y ésta no es otra que la cultura. Ella es la que determina la forma en la que actúa una empresa y la dirección en la que lo hace. En un momento donde está más que demostrado que no podemos seguir haciendo las cosas de la misma manera, es necesario, por tanto, abordar un cambio cultural. Disponer de una cultura ágil, más experimental y colaborativa es condición sine qua non para impulsar la innovación, la agilidad, la eficacia y la orientación al cliente, cimientos todos ellos de la transformación digital. La cultura puede actuar tanto como facilitador o como freno, de nuestra capacidad o no para abordar un cambio en la misma depende que la balanza se incline hacia uno u otro lado.
Como dice Marc Vidal, “no es lo mismo digitalizarse que transformarse digitalmente”. Lo primero es cuestión de tecnología. Lo segundo, de estrategia, cultura y sobre todo, personas.