La llegada y expansión de la COVID-19 a nivel mundial ha implicado que los sistemas sanitarios se hayan tenido que actualizar como nunca antes lo habían hecho. Las nuevas tecnologías han tomado protagonismo en el sector y han demostrado ser increíblemente beneficiosas en la gestión de la pandemia. Para establecer su uso a largo plazo deberemos superar las barreras competenciales, regulatorias y de seguridad existentes.
Inicio del año 2020: llega la COVID-19 y se extiende rápidamente de país en país por todo el globo terráqueo. Los sistemas sanitarios se ven desbordados por la situación, lo que da origen a una crisis sanitaria mundial. Como consecuencia, la sanidad decide buscar apoyo en las nuevas tecnologías disponibles en la actualidad para poder gestionar la pandemia lo mejor posible.
Durante el transcurso del 2020, han sido numerosas las soluciones tecnológicas, tanto temporales como a largo plazo, que se han ido implementando en los sistemas sanitarios y sociedad para facilitar el seguimiento y gestión de la COVID19. Cada país lo ha ido haciendo como ha podido, teniendo en cuenta la urgencia de la situación y aprovechando las actuaciones de otros países más punteros en tecnología.
Al comienzo de la pandemia, la solución tecnológica que primó fue la monitorización de los ciudadanos a través de aplicaciones o apps, sobre todo en países como Corea del Sur o China. Ambos han sido claros ejemplos de casos de éxito.
En China, la más utilizada ha sido “Health Kit”, accesible mediante WeChat, la plataforma de mensajería instantánea china. Tras introducir nombre, DNI o pasaporte y foto, la aplicación genera un código QR verde, amarillo o rojo que indica el estado de salud del usuario, el cual determinará su posibilidad de desplazamiento. Otras aplicaciones chinas te permiten la geolocalización de zonas donde ha habido datos de gente infectada. Actualmente, el gobierno de China contempla implantar un sistema permanente basado en la tecnología de estas apps para controlar la salud de los ciudadanos.
En Corea del Sur, tras la realización de test masivos a las personas afectadas o que han estado en contacto con un infectado, se les ha realizado un seguimiento por medio de una app para, no solo, conocer sus movimientos, sino también realizar consultas médicas sin acudir a los centros de salud.
En España, han sido varias las apps lanzadas con el fin de frenar la extensión del coronavirus. Algunos ejemplos son la app de diagnóstico “Asistencia COVID-19”, “CoronaMadrid” para dicha comunidad, o la más reciente “Radar Covid”, para indicar el riesgo exposición al virus dependiendo de la localización del usuario.
Otra alternativa tecnológica empleada para evitar la paralización de centros de salud u hospitales ha sido la telemedicina. La práctica no es nueva y, de hecho, ya lleva varios años utilizándose, pero solo en ciertas áreas terapéuticas. Con la rápida expansión del virus, los centros hospitalarios han estado saturados, lo que ha dificultado el acceso presencial a la medicina y obligado a posponer otras áreas y problemas de salud. Por ello, la necesidad ha obligado al sistema sanitario a apostar por la telemedicina.
El término “telemedicina” engloba varias prácticas como la teleconsulta; el telediagnóstico, a través de videoconferencias; la telemonitorización de los parámetros biométricos del paciente; la teleasistencia para un apoyo diario; y la telecirugía, para realizar determinadas intervenciones quirúrgicas por control remoto. De todas ellas, las que han tomado relevancia durante este último año han sido las consultas telefónicas y el seguimiento de pacientes a distancia. En muchas especialidades, la mayor parte de las consultas son para para actualizar recetas médicas, pedir resultados, bajas laborales, realizar diagnósticos a problemas de salud banales y seguimientos a pacientes, y casi todas ellas se pueden resolver de manera remota.
El informe publicado por el ESADE y el Barcelona Health Hub recoge que durante el período de la pandemia “casi el 100% de las visitas programadas se han realizado mediante telemedicina y se prevé que una vez pasada la pandemia el uso de la telemedicina pueda llegar a ser de entre un 40% -75% de las visitas en general pudiendo llegar al 100% en algunas unidades como la de ictus”.
No obstante, alertan de que en España existen varias barreras para este modelo: “barreras de tipo regulatorias, como por ejemplo, la anamnesis (información recopilada de un paciente, como la historia clínica) de la primera visita tiene que ser presencial; financieras, ya que no siempre se contabilizan o pagan las consultas virtuales; o de seguridad si no hay un sistema generalizado de acreditación del profesional sanitario”. Todo ello es necesario solventarlo “para conseguir que la consulta de salud virtual haya venido para quedarse”.
Otras tecnologías menos conocidas durante estos meses son el desarrollo software médico enfocado al diagnóstico y la tecnología 3D.
El software médico es una herramienta tecnológica cuya función es mejorar, asistir y apoyar las actividades diarias de la gestión de los centros de salud mediante la automatización de los procesos administrativos. Dentro del desarrollo de software médico, encontramos aquel enfocado al diagnóstico clínico, en el cual destaca la Inteligencia Artificial (IA).
La IA es una herramienta capaz de aprender y analizar con rapidez enormes cantidades de información de los historiales de pacientes, de las pruebas de imagen y de los avances científicos para ayudar a los doctores a ofrecer mejores diagnósticos y tratamientos. Es por ello que se trata de un increíble aliado sobre todo en cuestiones de tareas más monótonas como pueden serlo el análisis de imágenes en el ámbito de la radioncología.
Un ejemplo es el sistema de Inteligencia Artificial que ha desarrollado la Universidad de Valencia, capaz de detectar el cáncer de pecho en mamografías. El objetivo, según Francisco Albiol, científico del Instituto de Física Corpuscular, es realizar la detección temprana de los tumores y mejorar la relación de falsos positivos para evitar que las mujeres se sometan innecesariamente a una biopsia, algo que además de reducir las molestias, supone una reducción de gastos al prescindir de pruebas innecesarias. El sistema está concebido para darle soporte al radiólogo y así liberarle parte de la carga de trabajo descarga, reduciendo su fatiga y permitiéndole centrarse en casos más complejos.
En cuanto al sector de la impresión 3D, ha estado colaborando durante los últimos meses para combatir la situación generada por la COVID19, generando diferentes soluciones enfocadas no solo al sector médico sino también para evitar el contagio en la sociedad. Respondiendo a la falta de material y equipos de protección sanitaria, se han producido desde protectores faciales e hisopos para recoger muestras de mucosa nasal en los test de diagnóstico, hasta respiradores para pacientes graves y salas de aislamiento hechas con hormigón. Además, para frenar la expansión del virus, se han creado anillos con jabón para situaciones en las que no se dispone de este material, el collar PULSE para evitar tocarse la cara, dispositivos esterilizadores de aire como el AMS mini, abridores de puertas sin contacto y fibras sensoriales que detectan fugas en las mascarillas, entre otros.
En conclusión, si algo ha quedado claro durante el transcurso de la pandemia, es la baja presencia de las nuevas tecnologías dentro el sector sanitario. Aunque por naturaleza, es un sector que se encuentra de forma continua investigando, innovando e incorporando nuevas técnicas y terapias a su portafolio, el empleo de tecnologías de la información a nivel usuario, como los medios móviles, ha demostrado ser carente frente a la pandemia.
Y es que, a principios de 2020, ya lo advertía la Organización Mundial de la Salud en su publicación “Problemas sanitarios apremiantes que el mundo afronta de cara al próximo decenio”, donde exponía la creciente importancia del aprovechamiento de las nuevas tecnologías dentro del Sector Sanitario.
De la noche a la mañana, la industria se ha visto obligada a hacer uso masivo de estas tecnologías para así poder facilitar la comunicación y relación entre el profesional sanitario y el paciente sin poner en riesgo su salud. Ha conseguido mejorar la accesibilidad a los servicios de salud, evitando el colapso de los centros de salud y hospitales, aumentando la eficiencia y la productividad.
No obstante, es cierto que, aunque tiene ventajas de peso, su uso también genera incertidumbre y desconfianza. En primer lugar, en España no existe una legislación específica en cuanto a la telemedicina sino normas de distinta naturaleza que la regulan de manera indirecta y con numerosas lagunas legales. En segundo lugar, existen obstáculos de seguridad. Se necesita asegurar la confidencialidad de los datos e identidad del paciente, a la hora de desarrollar cualquier tipo de herramienta y aplicaciones que gestionen este tipo de datos de carácter sensible, y de tal manera que se cumplan con los requisitos exigidos por el Reglamento General de Protección de Datos.
Por último y no menos importante, no olvidemos de la importancia de formar a los profesionales y pacientes en el uso de los sistemas de salud digitalizados, proporcionando las competencias digitales necesarias.
Todo ello debe solucionarse para poder apreciar al completo los beneficios de un sistema de salud digitalizado.