Desde hace unos años, uno de los grandes retos del sector sanitario es el de la digitalización en toda la amplitud de la palabra. Una fórmula que no deja de ser nueva (por sus constantes actualizaciones) a pesar de que lleva décadas intentando implementarse de forma transversal en hospitales, residencias, centros de salud, farmacias, laboratorios y demás puntos clave que conforman este ámbito.
Aunque de difícil implantación, los distintos sistemas digitales que se están desarrollando en nuestra sanidad son capaces de agrupar toda la información de cada paciente y hacerla accesible desde cualquier punto de una red. Una herramienta útil para distribuir cargas de trabajo entre los profesionales sanitarios.
Con la combinación del llamado Internet de las Cosas , el big data y la inteligencia artificial parece posible cruzar los datos de salud de un paciente, prever posibles patologías e implementar medidas tempranas que mejoren su calidad de vida. De hecho, ya existen aplicaciones y softwares informáticos de interpretación de datos genómicos (de difícil lectura para aquellos que no se dedican a la bioinformática) que guían a los médicos en la mejor decisión terapéutica.
Soluciones como, por ejemplo, OncoKDM, que están disponibles online y que, además, pueden ofrecer resultados con gran rapidez aun teniendo que interpretar paneles de más de 300 genes. Y no sólo eso, son capaces de aglutinar toda la información que se haya recogido sobre un paciente (resultados genómicos, datos de patología molecular, información clínica) y analizarla e interpretarla de forma eficaz y rápida a nivel clínico y biológico para dar con la terapia idónea en cada caso, tanto si está aprobada como si se encuentra en fase de ensayo. Es decir, emplear este tipo de herramientas puede agilizar las decisiones de los especialistas médicos con la finalidad de dar el mejor tratamiento a su paciente.
Estudiar las características moleculares del tumor de un paciente, consultar con otros especialistas implicados en el proceso de tratamiento y determinar cuál es la terapia adecuada en cada caso, son una serie de pasos que suele dilatarse en el tiempo y que puede agilizarse gracias a las actuales tecnologías de secuenciación del genoma y a la digitalización e interpretación de la información que arrojan.
Por otra parte, a través de estas plataformas también se consigue conectar a médicos de una misma especialidad de todas partes del mundo; o exponer en esa misma red un caso concreto para buscar el asesoramiento de compañeros de profesión que ya hayan lidiado con patologías similares. En definitiva, se logra un trabajo en equipo con el que se consigue un gran beneficio para el paciente: dar con el tratamiento correcto para abordar su dolencia en el menor tiempo posible.
Gracias a estas nuevas herramientas nos acercamos más y más a la ansiada medicina personalizada, que ya es una realidad, pero sólo en ciertas especialidades y de manera muy limitada. Cada año que pasa avanzamos un poco más, pero todavía estamos en los albores de una era en la que van a surgir multitud de posibilidades. De hecho, ya están surgiendo, pero en pocos espacios se están implementando por falta de recursos o porque las normativas que deberían hacerlos despegar siguen sin llegar.
En este sentido, España lleva varios años estudiando dos planes de acción a nivel nacional que van a ser vitales para su transformación: el de inteligencia artificial y el de genómica. Este último podría incluirse en la actualización del nuevo Plan de Cáncer que ha previsto el Ministerio de Sanidad. Una buena noticia que entendemos que se frenará ante la actual situación de alarma sanitaria que vivimos en estos momentos ante la crisis del coronavirus. Pero que no debe quedar guardada en un cajón, porque gracias a ella nuestra sanidad dará una vuelta de tuerca en materia de innovación e investigación.