Tras una amplia trayectoria años en multinacionales farmacéuticas y la observación de diversos sistemas sanitarios, tanto públicos como privados, he discernido una realidad común: todos aspiran a mejorar el acceso a la salud, garantizar servicios de calidad y controlar los costos.
En ese camino he sido testigo de la tendencia creciente hacia la “colaboración” entre distintos entes, marcando la transición de “sistemas sanitarios” a “ecosistemas de salud” enfocados en el bienestar total de las personas.
Los ecosistemas de salud son una red de entidades independientes y complementarias que se unen para ofrecer soluciones de salud innovadoras, integrales, coherentes y convenientes para las personas. Esto se debe a que la sinergia de estas organizaciones propicia un valor agregado superior, superando ampliamente lo que podrían alcanzar operando de manera aislada.
Ante la creciente presión sobre la sostenibilidad de los sistemas sanitarios, agravada por el envejecimiento poblacional, resulta crucial reconocer que los desafíos globales en salud no pueden resolverse en solitario. La pandemia de COVID-19 sirvió como una demostración sin precedentes de la cooperación global, donde entidades públicas y privadas compartieron recursos e información esencial para encontrar una solución.
No obstante, la transición de los sistemas sanitarios a ecosistemas de salud no está exenta de obstáculos, derivados, por ejemplo, de la definición de gobernanza de los ecosistemas o de los modelos de recompensa de los actores. En el primer caso, por ejemplo, hay una gran tendencia a querer controlar todo y liderar, incluso cuando no se tienen las competencias; mientras que, en el segundo caso, los sistemas hoy en día “pagan por el servicio” recibido y no por el “resultado en salud” obtenido. Esto crea tensiones entre los actores, dificultando la excelencia en la atención sanitaria.
La buena noticia es que ha llegado el momento de actuar. Hemos comprendido que la satisfacción de las necesidades humanas en áreas críticas, incluyendo la salud, requiere de la creación de ecosistemas. Y ya vemos a muchos líderes avanzando en este camino.
Pero lo más importante para lograrlo es el cambio de mentalidad de los equipos y, sobre todo, de los líderes organizacionales hacia un liderazgo colaborativo. Un liderazgo que he denominado “Ecosystems Leaders Mindset”. Este enfoque implica superar el ego y el individualismo para abrazar una perspectiva de colaboración y abundancia, fusionando la competición con la cooperación, y transformando las estructuras para empoderar a los equipos y dejar atrás esas pirámides organizativas que impiden el crecimiento.
El futuro del sector salud reside en nuestra capacidad para formar y liderar ecosistemas eficientes que respondan de forma efectiva y sostenible a las necesidades de la sociedad. A través de un liderazgo con mentalidad ecosistémica, podemos superar las limitaciones de los métodos tradicionales y contribuir significativamente al mejoramiento global de la salud. Este desafío no es menor, pero con un compromiso colectivo y una innovación constante, es un objetivo alcanzable y esencial para preservar y enriquecer nuestras vidas.
El Ecosystems Leaders Mindset (ELM) o Liderazgo con Mentalidad Ecosistémica, representa un cambio profundo hacia una nueva definición de éxito: no se trata de ser el mejor “en” el mundo, sino de hacer lo mejor “por” el mundo.