La dermatitis atópica, una enfermedad que afecta a alrededor de un 3% de la población adulta y entre el 10% y el 20% de población infantil, plantea una serie de retos a los dermatólogos y la industria farmacéutica a la hora de desarrollar nuevos medicamentos que logren controlar los signos y síntomas de la patología a largo plazo de una manera eficaz y sin comprometer la seguridad de los pacientes.
La dermatitis atópica es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel que causa picor, con periodos de mejoría y brotes. Estos brotes suelen aparecer como lesiones amarronadas o rojas, piel seca, agrietada o escamosa y prurito. En el caso de los bebés, el eccema suele aparecer en las mejillas y en la parte externa de rodillas y codos, mientras que en los adultos las erupciones suelen darse en la cabeza y cuello, la parte interna de rodillas y codos y en las manos y los pies.
Aunque la dermatitis atópica suele ser relativamente leve, existen casos más graves donde los síntomas de la enfermedad pueden afectar al día a día de los pacientes, con el impacto que eso supone en su salud mental y bienestar.
La causa exacta de esta enfermedad no está clara, aunque sí se sabe que existen factores genéticos y ambientales que influyen en su aparición. Los desencadenantes de los signos y síntomas varían de una persona a otra, pero los más frecuentes son el estrés, los irritantes químicos, la contaminación, la temperatura ambiental y algunos alérgenos.
Los diagnósticos de dermatitis atópica, que afecta a un 3% de la población adulta y a entre el 10% y el 20% de la población infantil, no dejan de crecer. En las últimas tres décadas, la incidencia ha aumentado entre dos y tres veces, según los estudios más recientes. Mientras continúa este aumento de diagnósticos, la investigación y la innovación deben ser capaces de adaptarse a las nuevas necesidades, con el objetivo de encontrar soluciones que permitan reducir y prevenir los brotes de la enfermedad y, de esta forma, impacten positivamente en la calidad de vida de las personas que la sufren.
En la actualidad, los tratamientos que se pueden usar para paliar los signos y síntomas de la dermatitis atópica dependen en gran medida de la gravedad de la enfermedad y de los brotes y van desde tratamientos tópicos, como las cremas, para los casos más leves, hasta los tratamientos sistémicos, para los casos moderados y graves.
Hay que entender que, aunque tratemos la piel correctamente a diario, en muchas ocasiones los brotes no se pueden evitar. A pesar de lo que se cree, la dermatitis atópica es una enfermedad dermatológica tratable, pero no curable. Existen multitud de tratamientos que mejoran sus signos y síntomas y previenen sus brotes, en mayor o menor medida, pero no existe un tratamiento que permita curar la enfermedad por completo. Esta cronicidad, sumada al aumento en el número de casos, genera una presión asistencial y una serie de retos y necesidades no cubiertas que irán aumentando.
Controlar los brotes a largo plazo sin comprometer la seguridad, el foco de las nuevas terapias
La dermatitis atópica es una patología cutánea crónica que debe mantenerse controlada a lo largo del tiempo para asegurar que no empeore y garantizar el bienestar del paciente. El curso de la enfermedad es diferente para cada persona, por lo que los tratamientos deben individualizarse. Para ello, hay que tener en cuenta los factores individuales del paciente, como la edad, así como los factores propios de la enfermedad, como la presentación de brotes agudos, por ejemplo.
En cuanto al seguimiento de la enfermedad, el objetivo es conseguir controlarla a largo plazo sin comprometer la seguridad de los pacientes, algo que actualmente puede presentar dificultades debido a los efectos secundarios relacionados con algunos tratamientos, especialmente los sistémicos, si se usan durante un periodo de tiempo prolongado o en ciertas poblaciones de pacientes.
Por eso, uno de los principales retos para la investigación es lograr desarrollar tratamientos que permitan este control de una manera eficaz y a la vez segura para el paciente. Así, el objetivo es que no solo se controlen los brotes una vez aparecen, sino que el tratamiento permita prevenirlos y reducir el número de estos, mejorando así la calidad de vida y la satisfacción de las personas con dermatitis atópica.
En este sentido, las farmacéuticas debemos ofrecer tratamientos y soluciones a estas patologías pensando en cuáles son las necesidades reales de los pacientes y de los dermatólogos que los tratan. Por eso Almirall, por ejemplo, tiene previsto contribuir al arsenal terapéutico para tratar la dermatitis atópica moderada a grave con una posología de mantenimiento cómoda.
Por otro lado, apenas existen unidades dermatológicas especializadas en dermatitis atópica, lo que dificulta aún más la existencia de una línea de tratamientos más personalizada, que facilite un correcto seguimiento de la evolución del paciente dermatológico.
La falta de un seguimiento adecuado también dificulta la transmisión de información adecuada al paciente en las diferentes etapas de su diagnóstico y tratamiento, que a menudo ve cómo el seguimiento de su enfermedad tarda en pasar de atención primaria a dermatología, para después ser tratado en ocasiones por médicos distintos que abordan la enfermedad de manera diferente.
Es importante que tengamos en mente las necesidades de pacientes y dermatólogos a largo plazo a la hora de planificar las nuevas líneas de investigación, que jugará un papel fundamental en el descubrimiento de nuevas terapias y tratamientos cada vez más eficaces para tratar la dermatitis atópica y otras patologías cutáneas.
Reconocemos el impacto que tienen las afecciones dermatológicas en las personas y continuaremos dedicando nuestros esfuerzos en mejorar las vidas de los pacientes de manera holística.
La innovación, un pilar necesario en el futuro de la dermatitis atópica
La dermatitis atópica ya es un problema en el presente, pero crecerá en el futuro. El aumento incesante de la incidencia, que en la actualidad tiene una mayor prevalencia en niños, se traducirá en un incremento en el número de adultos que padecerán esta patología. Por este motivo, será necesario abordar los problemas planteados y trabajar en la búsqueda de nuevas soluciones que faciliten el tratamiento de estos pacientes.
Las farmacéuticas juegan un papel fundamental en este proceso, ofreciendo opciones terapéuticas variadas que sean capaces de responder a las necesidades reales de esta y otras patologías. Esto solo es posible mediante una inversión continua a medio y largo plazo en investigación y desarrollo de nuevas terapias y tratamientos. En Almirall la inversión en I+D de 2023 supuso más de un 12% de las ventas netas de la compañía. Una importante apuesta que nos permite seguir creando nuevos activos prometedores y que, a la larga, nos permitirá seguir ayudando a miles de pacientes.
Las nuevas tecnologías jugarán un papel fundamental a la hora de investigar y desarrollar nuevos fármacos para la dermatitis atópica y para otras patologías. Por ejemplo, la utilización de la inteligencia artificial como herramienta de apoyo para investigadores y especialistas puede ayudar a analizar información y conjuntos de datos y resultados de manera mucho más rápida; descubrir nuevas moléculas sintetizables, y acelerar el descubrimiento de otras dianas terapéuticas. Con herramientas de este tipo, desde la industria podemos conseguir enfoques innovadores para ayudar a los pacientes que sufren enfermedades graves de la piel a mejorar su vida, su bienestar.
Otro de los retos en el ámbito de la dermatitis atópica es, por tanto, lograr que la innovación y la investigación en este campo resulte en nuevos tratamientos más efectivos, de aplicación más cómoda para la vida diaria de los pacientes.
Para ello, es de gran importancia comprender las necesidades de los pacientes y los dermatólogos y traducirlas en soluciones que realmente tengan un impacto en su bienestar. Tenemos la oportunidad de dar forma al futuro del cuidado de la salud al seguir contribuyendo al desarrollo de la dermatología médica, un objetivo con el que Almirall está comprometido.