El otro día me pasó una cosa sorprendente. Los que vamos teniendo una edad estamos acostumbrados a ir a la farmacia con cierta frecuencia a comprar nuestros medicamentos para la presión, el colesterol, la próstata, etc. Vamos, que somos unos clientes fieles y seguros para cualquier farmacéutico.
La cuestión es que cuando fui a mi farmacia de siempre a buscar los medicamentos, había alguno que estaba en “falta” y no me lo podían suministrar. Como suelo ser muy fiel a mis marcas (manías), mi cabeza empezó a pensar dónde podría encontrarlo.
Esto me había sucedido alguna vez y siempre acababa visitando todas las farmacias del barrio y alguna más. Por ejemplo, hace unos años y por una mala anestesia, mi perro se murió mientras yo iba a unas 15 farmacias de Barcelona buscando lo que el veterinario nos había recetado y no lo encontré.
Después de unos minutos de darle vueltas, mi farmacéutico me dijo que lo podía pedir, pero que no me aseguraba que le llegara, que llevaba tiempo en falta y que si había suerte a lo mejor lo conseguía. ¡Vaya rollo tener que esperar a la fortuna para ver si puedo conseguir el producto! A continuación, le pregunté si había alguna forma de conseguirlo en otra farmacia, ya que siempre tienen alguna farmacia “amiga” a la que preguntar, pero si esta no lo tiene, estoy servido…
Aquí empieza la sorpresa, mi farmacéutica, con la que tengo buena relación después de tantos años, sonrió y me dijo que ella lo podía encontrar en unos segundos. Yo, incrédulo, le dije “me estás tomando el pelo” y ella, muy guasona, me dijo que no.
La farmacia ha cambiado mucho en estos años. Además de los medicamentos tradicionales, que son de dispensación en oficina de farmacia, hay miles de referencias de productos OTC y parafarmacia que se venden online. Muchos laboratorios tienen plataformas para vender sus productos directamente o a través de terceros. El negocio farmacéutico en la red está fuerte, muchos productos son dispensados online ya que no necesitan receta y en los de prescripción sigue habiendo una gran demanda, pero también muchas faltas de productos habituales.
En ese momento, Teresa (mi farmacéutica) me invitó a pasar a la botica, me puso delante del ordenador y con su sonrisa me preguntó: “¿En qué mundo vives? Estamos en la era de la digitalización”. Entró en una página y puso el nombre del medicamento y se hizo la magia. Al instante, aparecieron varias farmacias cercanas donde comprarlo y no podía creerlo. Ya estaba resuelto el tema y me dijo que si quería reservarlo para poder ir a recogerlo.
Hablando con ella me quedé sorprendido. Nunca me había pasado que una farmacia me indicase otra cercana para ir a buscar un producto. Teresa me comentó que esta aplicación la tienen miles de farmacias y que hoy me envía ella, pero otros días le llegan a ella de otras muchas farmacias, puesto que su obligación es dar el mejor servicio a su paciente y que así creía que lo estaba consiguiendo.
También me hizo ver una parte muy importante en esta época. Me confesó que ella tenía falta de cientos de productos, pero disponía de otros que muchas farmacias no tenían. Así, este sistema le ayudaba a ser más competitiva y que sus clientes sigan confiando en su servicio profesional farmacéutico.
En este tiempo, tuvimos una larga charla acerca de las nuevas tecnologías y el servicio que representaba para el paciente. Me dijo que mucha gente mayor, cuando tiene problemas para encontrar una medicina, deja de tomarla. Sin embargo, el hecho de decirles que a tan solo cuatro calles la pueden encontrar, les aporta una tranquilidad enorme.
Salí de la farmacia con una sonrisa y reflexioné acerca de todo lo hablado. Es cierto que en esta época la farmacia ha cambiado su rol y ahora, además de dispensar, tiene que dar mejor servicio para ser competitivos: ayudar a los pacientes a encontrar lo que buscan, asesorar, recomendar, contar con un gran surtido de productos de cosmética, dentales, OTC…
En el trayecto y como un niño, pensé en llamar a mi hijo para explicárselo, ya que él tiene alergia y toma varios productos. Le comenté lo que me había dicho Teresa y con entusiasmo, le detallé cómo funcionaba.
Mi hijo no hacía otra cosa que reírse y reírse, a lo que le pregunté: ¿por qué te ríes? Y él me contestó: ¡Papá, mi farmacia siempre me ayuda y también tiene esa herramienta! ¡Hace tiempo que cuando me falta un producto, le pregunto y voy a buscarlo donde me dicen!
En fin, la farmacia se ha tecnificado y digitalizado y ahora, además, no solo te suministran medicamentos, sino que también te los buscan al momento. En esta época de faltas de producto, hace falta creatividad y emprendimiento para servicios como estos.